viernes, 23 de agosto de 2013

Anexo Leigh 2 ~ Semillas de traición ~

Bueno bueno!! Siento el retraso, pero he estado unos dias en Madrid y cuando he vuelto he tardado unos diitas más de la cuenta ponerme al día ;D Sorry!! 

Aquí les traigo los anexos de Leigh!! me parecia una tonteria seguir llamandolos de Lysandro cuando es Leigh quien habla xD En fin, este cap no tiene censura porque para el próximo os tengo una sorpresa ¬//////¬ también será de LeighxLys ^^ 
¡Qué disfrutéis!
Y que no se me olvide! Bueno, ya solo me queda declarar mi amor eterno a este encanto de persona; @OnoderaRitsu ,  no se cuantos dibujos me ha hecho ya pero solo sé que me encantan y que me alegran el día cada vez que los veo u////u (no os pongáis celosas que os amo a todas (?)) jajajaja no es serio, no sé qué voy a hacer con esta chiquilla, voy a mirar cuanto me cuesta construir un templo o un altar jajajajaja xDD Love you! Gracias en serio! Me encantan! >////<


------------------- (hay que leérselo después del cap 20)


Mi mano se deslizaba por el papel dejando suaves trazos con el lápiz. Las líneas temblorosas se iban uniendo inseguras sin saber muy bien que era lo que quería dibujar.
Lo que empezó siendo una hermosa cala en el atardecer con la mar en calma se convirtió en un pedregoso y puntiagudo acantilado donde las olas impactaban con tal fuerza que parecía que podían derribarlo.

Me sumergí en mi propio dibujo, aquellas rápidas líneas comenzaron a moverse ante mis ojos como un hechizo que intenta tomar un alma. Estaba dentro, me había capturado. Tropecé con una de las traicioneras rocas que yo mismo había puesto allí y caí por el precipicio. Había creado algo que acabaría conmigo.
Mi cuerpo luchó por alcanzar el cielo inútilmente estirando las manos, pero los pequeños salientes de roca me golpearon con saña condenándome a perecer bajo ellas. Al final, junto al agua, podrían fin a todo.

Como un agujero negro las olas me arrastraron al fondo del océano alejándome de toda luz existente. Intenté agarrarme a los peñascos contra los que me chocaba pero tan solo conseguía que mis uñas ya maltrechas de tanto luchar sangrasen aún más y se desfigurasen hasta casi desaparecer.
No podía gritar sin ahogarme más, el agua entraba en mi cuerpo haciéndome cada vez más pesado, incapaz de luchar.  Mi vida se extinguía lentamente agonizando, todo se volvió  negro. Todo menos él.
Lo vi, el último rayo de sol que alcanzaron mis ojos; Lysandro.

Como un ángel celestial iluminaba la superficie mientras yo era consumido por las sombras. Intenté alcanzarle, lo intenté con todas mis fuerzas hasta que comprendí que no debía. Lo sabía, tenía que dejarlo para que pudiese brillar. Y yo tenía que desaparecer en la oscuridad para ello.
Cerré los ojos dejando que un par de lágrimas egoístas brotasen de ellos y me dejé a merced de las fría aguas que poco a poco devoraban mi alma.


- Buenas tarde Leigh - me saludó Rosalya resucitando mi mente yacente del mundo de los sueño, solo entonces me di cuenta de que mi dibujo había sido inundado por mis propias lágrimas. Ella me dedicó una suave sonrisa y me señaló con cuidado a quienes tenía detrás - Esta tarde nos toca reformar un armario.

Le devolví la sonrisa y cerré el endemoniado cuaderno recuperando la compostura. No era el momento ni el lugar para pesar aquellas cosas.

Casi di un salto cuando me encontré de frente con el joven peliazul del otro día. Unos sudores fríos empezaron a recorrerme ante la posibilidad de que Lysandro pudiese aparecer. No es que estuviese haciendo nada malo (creo) pero no quería verlo molesto, solo quería ver su sonrisa cuando me abrazaba, cuando sus suaves dedos retiraban los mechones de pelo de mi rostro y sus hermosos labios me besaban lentamente como si el tiempo ni existiese.
Por fortuna Alexy no parecía capaz de mirarme siquiera. En realidad no me sentía muy bien con ello. No quería que se molestase ni nada, era un buen chico. Cada vez que nuestras miradas se cruzaron intenté sonreírle amablemente pero él se limitaba a mirar al suelo o a irse en dirección contraria. Realmente, nunca conseguía hacer nada bien. No quería que nadie a mi alrededor sufriese, nunca más, y aún así parecía que era lo único que conseguía.


-¿Nath? - dije al encontrarme al rubio sentado en un sillón con la cabeza hundida en sus brazos. Reaccionó de inmediato, levantó la cabeza tan rápido que casi no me dio tiempo a retirar la mía para que no chocásemos. Se quedó mirándome unos instantes abriendo la boca en ocasiones para hablar pero sin conseguir que una sola palabra saliese por sus labios.
- ¿Estás enfadado porque Nacu te ha dicho que tienes un gusto de abuela? - nada más decir eso pensé que igual podía haber sido más sutil pero, me salió solo. Él me dedico una mirada cansada y devolvió sus ojos a donde estaban Rosa y los demás aunque dudo mucho que realmente los estuviese observando a ellos.
- No es eso, ya he asumido que no soy bueno con la ropa - dijo dando un largo suspiro - es que estoy preocupado, Castiel se ha enfadado conmigo y no quiero joderlo más - se quedó unos instantes en silencio con la mirada perdida, parecía derrotado, como hubiese perdido la esperanza. - Perdóname, no quería molestarte con mis problemas solo que... no hay muchas personas que sepan lo mío con Castiel y de las que lo saben, no sé cómo hablar con ellas. Realmente no sé cómo relacionarme con nadie.
- Nath yo tampoco soy la persona sociable ni nada pero igual te puedo decir algo que te ayuda - comencé a decir captando su atención, sus ojos empezaron brillar sutilmente llenos de esperanza - ¿Sabes? Cada vez que a Castiel le pasaba algo contigo siempre lo teníamos en casa. Lysandro es su único amigo, y para mí es como si lo fuese pues los amigos de mi hermano siempre serán bienvenidos para mí. - continué teniendo cuidado de las palabras que usaba. De vez en cuando le lanzaba una mirada al joven delegado para asegurarme que lo estaba arreglando y no estropeando más. El reto del tiempo mis ojos se perdían en algún lugar de la tienda recordando os momentos que relataba.
- Aún recuerdo vuestra "primera" pelea, en la excursión escolar. El pelirrojo se quedó en nuestra casa varios días.  Apenas comía ni se movía del sitio. Cada vez que me acercaba a él siempre decía lo mismo "la he jodido" y se quedaba mirando la ventana como si hubiese perdido toda la vida. - preferí omitirle las partes en las que lo insultaba o decía que lo olvidaría pues en aquel momento no eran sino palabras fruto del su propio enfado y no de su corazón. - Lo que quiero decir con esto es que en ningún momento pienses que él no siente lo mismo que tú. Al fin y al cabo tú eres el único que ha visto su verdadera naturaleza, ¿no? Lo conoces mejor que nadie, confía en él.

Su rostro se iluminó con una esperanzadora sonrisa y asintió un par de veces.
- Tienes razón, perdona - y comenzó a reírse como si acabase de recordar algo - no confió en él lo suficiente, pero bueno ¡ni siquiera confió en mi mismo! Da igual, si confío en alguien, tiene que ser él. Gracias Leigh - me dijo guiñándome un ojo - ¡Aunque eso no quita que no se lleve hoy una bronca por lo que ha hecho!
Le devolví la sonrisa y observé cómo se marchaba justo después de que Rosalya lo llamase desde lejos para probarse unas cosas. Me sentía tan bien, tan relajado. Nathaniel era un gran chico, Castiel también. El problema era que los dos tenían mucho personalidad y demasiados secretos, pero eso era algo que debían ir solucionando ellos.

- Leigh eres un encanto, lo sabes ¿no? - casi me caigo de espaldas cuando escuché una voz detrás de mí. Nacu apareció por tras el sillón mirándome fijamente. - Lo has ayudado mucho, Nath necesita gente en quien confiar, lleva demasiado tiempo pensando que está solo.
Me dedicó una amable sonrisa y se dirigió a mí con los brazos llenos de ropa que había recopilado de toda la tienda.
- ¿Y tú? - preguntó con cierta preocupación.
- ¿Yo qué? - no importaba cuanto tratase de ocultar algo o parecer indiferente, solo había una persona capaz de leer mi rostro y ese, era Lysandro. Solo una hasta que llegó ella. De alguna forma conseguía penetrar en el corazón de todo aquel que conocía. Tenía cierta habilidad para que la gente se sintiese segura y confiase en ella. Yo mismo le había contado todo sobre mi al poco de conocerla, cosas que ni Lysandro sabe, y no debe saber nunca.
- ¿Qué voy a hacer con vosotros? Sois horrorosos, ¿Qué te he dicho? Tienes que sonreír Leigh, debes reír siempre porque la risa nos hace ver el mundo más hermoso. - dijo riéndose con cierta nostalgia - Además nos hace vivir más, por eso, sonríe siempre. Perdona, estoy diciendo cosas raras ¿verdad? Creo que es porque me toca ponerme mala.

Ambos nos quedamos en silencio con nuestros pensamientos perdidos en la nada, "sonríe, da igual lo que pase, sonríe". Cuando la conocí jamás pensé que una gótica me pudiese decir algo así, pero a pesar de todo era una persona muy positiva. Cuando le dije que estaba con mi propio hermano no me juzgó ni me repudió, me dedicó una sonrisa y me dijo "¿Tú eres feliz? Porque si lo eres, entonces da igual con quien estés" y luego añadió "Además no me extraña, si fuese mi hermano yo también me lo querría tirar". Pero por mucho que dijese, jamás podría quitarme la culpa que sentía por corromper a mi propio hermano, a mi hermano pequeño. Era un delito que me había condenado a cargar por siempre.

- Gracias Nacu, solo ya sabes, a veces pienso demasiado. ¿Y tú? ¿Tú estás bien? - pregunté temeroso, ella nunca decía nada, nunca contaba nada. Algún día me gustaría que confiase también en nosotros y dejase de protegernos tanto. Pero yo no era nadie para criticarla pues éramos exactamente iguales.
- Pero bueno, ¿esto que es? ¿Un funeral? Yo estoy mejor que nunca ¿qué te crees? - dijo efusivamente mostrándome un pendrive mientras me guiñaba un ojo con malicia - Alguien ha tenido un desliz con cierto macarra en la sala de delegados hoy y por alguna misteriosa razón ha llegado a mis manos.

Me quedé de piedra e inconscientemente mis ojos se dirigieron a Nathaniel que estaba completamente ajeno probándose ropa. Varias preguntas asaltaron mi cabeza, ¿cómo había conseguido el video? o mejor, ¿por qué diablos había una cámara allí? y finalmente... ¿cómo se sentiría al hacerlo en un lugar público tan peligroso? Quiero decir, Lys y yo lo habíamos hecho varias veces en la tienda pero el riesgo de que nos pillasen era casi inexistente.
Un asfixiante calor empezó a recorrer mi cuerpo solo de imaginarlo, claro que se evaporó tan solo de pensar lo que podría ocurrir luego. Entonces me quedé paralizado, como si hubiesen congelado mi cuerpo.


Volví a ordenar las estanterías para distraerme un rato. La travesía de Nathaniel para encontrar su "verdadero" estilo parecía ir para largo. Cada vez que acababan con algo, lo doblaba con cuidado y lo devolvía a su sitio.
Me topé varias veces con Alexy, pero teniendo en cuenta sus reacciones anteriores preferí pasar de largo. No quería que la situación fuese aún más incómoda para él. Aunque me hubiese gustado disculparme la verdad.

- Leigh... - susurró una de las veces que pasé por su lado haciendo que a causa de la sorpresa tropezase con mi propio pie y acabase en el suelo. Di un largo suspiro cuando vi toda la ropa que acababa de doblar tirada de cualquier manera. Perfecto.
- ¿Estás bien? ¡Lo siento mucho! - gritó Alexy notablemente más nervioso que yo.
- Si... - respondí tan suave que dudaba que me hubiese escuchado siquiera. Sin mirarlo, me puse a recoger la ropa en silencio y él hizo lo mismo. Cuando acabamos ninguno sabia que hacer o decir. Si a mí ya natural antipatía le añadíamos lo incómoda que era la situación el que unas palabras, por simples que fuesen, saliesen de mis labios se atojaba muy complicado.
De hecho, seguí ordenando las estanterías evitando cualquier oportunidad de empezar una conversación. Algo que, teniendo en cuenta que me seguía a todas partes como un pollito, sería inevitable. Al final yo mismo me paré en seco y lo enfrenté, en silencio pero lo enfrenté.

- Leigh, tú... - comenzó a decir todo rojo - ¿tienes pareja?
Poco a poco toda la sangre que tenia se concentró en mi rostro. No sabía qué hacer ni que decirle. Alexy me parecía un chico agradable pero en aquel momento realmente deseaba taparle la boca con una bola de calcetines.
- Lo siento es que... - prosiguió - desde que te vi el otro día no he podido dejar de pensar en ti - me confesó tan colorado que la combinación de su pelo con su rostro parecía casi imposible. ¡Oh por Apolo! ¿Porqué a mi? Él era una luz brillante llena de vida y yo, yo no era más que una sombre, un resquicio de la oscuridad que hacía todo lo posible por no llamar la atención, por permanecer oculto.
Estaba muy agradecido, de verdad que lo estaba pero era imposible, yo amaba a Lysandro. Estaba atrapado en un amor inmoral e imposible pero aun así lo deseaba y no podía dejar de pensar en él.

-Alexy yo... lo lamento pero no puedo, yo... - no podía contarle la verdad, no aún al menos - Eres una gran persona y ojala encuentres a alguien, no, esto, no sé qué decir, lo siento. - me sentí tan estúpido. Ni siquiera era capaz de decir algo decente. Bravo Leigh, demostrando tus capacidades sociales.
- No pasa nada, no tienes que darme explicaciones - me interrumpió negando con la cabeza, obviamente estaba decepcionado pero el brillo de sus ojos no se había desvanecido - ¿Sabes? M alegré mucho cuando me enteré que Lysandro era tu hermano, me hizo pensar que aún tenía alguna posibilidad. Espero que no te importe. - sus ojos se posaron sobre los míos firmemente demostrando la fuerza de sus palabras.
Claro, ¿cómo iba a sospechar que estaba con mi propio hermano? Era una locura, una auténtica locura.
Ahora no sabía dónde meterme, quería salir corriendo y meter la cabeza en un cubo con hielo. ¿Qué se suponía que le tenía que decir? Abrí la boca un par de veces para decirle algo pero tuve que cerrarla inmediatamente pues era incapaz de encontrar la respuesta adecuada.
Todo daba vueltas en mi cabeza, estaba confundido y asustado. Para colmo, pasó algo que jamás me hubiese podido imaginar.

Los labios de Alexy se posaron sobre los míos con tal velocidad que ni siquiera o vi acercarse. Sus manos sostenían mis brazos con fuerzas para evitar que me alejase, su cuerpo estaba completamente sobre el mío, podía sentir todo su calor, el ritmo acelerado de sus latidos. Y por supuesto, sus labios, sus suaves y tiernos labios que me besaban lentamente atesorando cada momento como si fuese único.
No hice nada. No pude, estaba paralizado. Era la primera vez que besaba a alguien que no fuese Lysandro, mi vida siempre había sido para él y por él.
Quise apartarlo, ser sincero por una vez e intentar que lo comprendiese pero mi cuerpo no respondía, me sentí atrapado en una estatua, viendo todo lo que ocurría sin poder hacer nada. Ni siquiera me planteé que se sintiese bien, mi cabeza solo tenía una palabra en ella que se repetía infinidad de veces.

"Traición".

Acababa de traicionar a la persona que más amaba, estaba engañando a quien se suponía que era lo más importante en mi vida. Me sentía tan culpable, no tenía excusa para lo que estaba ocurriendo. Mi corazón se quebraba por dentro ante la idea. "Lysandro" lloré para mí una y otra vez implorando un perdón que jamás tendría.

- Leigh yo.... - dijo suavemente mientras se separaba de mi, sostuvo mi rostro con sus manos obligándome a mirarlo a los ojos pero yo ni siquiera podía concentrarme en su cara - no quería hacerte sentir mal.
¿Mal? ¿Yo? ¡No! Era mi culpa, yo era el que no estaba haciendo las cosas bien. Quise decírselo, de verdad que quise pero cansado, mi cabeza no dejaba de dar vueltas y para colmo mi voz parecía haber desaparecido.

- ¡Yo no me voy a rendir! - gritó ferozmente estrechando aún más mi cuerpo contra el suyo.
Lo aparté poco a poco negando con la cabeza, no quería hacerle más daño. Ya me odia lo suficiente por ello, pero tampoco podía decirle la verdad.
Justo en aquel instante, como un ángel que cae del cielo, mi móvil comenzó a sonar con la hermosa melodía de mi querido Lysandro.

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Después de aquella "situación incómoda" y conflictiva, solo pude salir corriendo dejando atrás una mala excusa. Bueno, no era una excusa, realmente Lysandro estaba perdido e iba a buscarlo pero parecía que me lo acababa de inventar.
¿Pero que iba a hacer? Estaba tan confuso, no sabía cómo arreglar las cosas. Aunque después de haber salido huyendo no cría que Alexy quisiera volver a dirigirme la palabra. Igual así las cosas estaban mejor...
Por otro lado estaba mi hermano, no podía callarme esto, tenía que contárselo pero tampoco quería que sufriese por ello. De nuevo, no sabía qué hacer. Sacudía la cabeza un par de veces para aclararme. Lo primero era lo primero. Encontrarle.

"Estoy frente al mar" me ha había dicho. ¿Cómo diablos había llegado a la playa? ¿Haciendo autostop? ¿Porqué había hecho autostop? No es que estuviese lejos, para nada, en plena ciudad ni más ni menos. Desde la tienda ni siquiera traía cuenta coger el coche, el problema estaba en que el instituto si que estaba lejos, y nuestra casa, más, pues estaba en las afueras.
De todas formas, cogí mi auto para llegar a ella pues, conociéndolo si estaba en la playa estaría en una pequeña cala semi escondida junto a la desembocadura del Grand Étier du Pouliguen... un canal, para que me entendáis. La verdad es que no sabía muy bien cómo definirlo, la geografía de La Baule era de todo menos normal.

Muchas veces me había planteado enseñar a Lysandro a conducir, pero visto lo visto, si llegaba tan lejos andando no me quería imaginar a donde podía llegar con un coche. Igual un día me llamaba diciéndome que estaba frente a Coliseo romano o algo así.
No, definitivamente no, prefería seguir siendo su taxista.

Nada más llegar volví a llamarlo. No me respondió. ¡Perfecto! ¡Oh Artemis, vale que se pierda, vale que no sepa dónde está o como llegó pero que conteste al móvil!
Suspiré pesadamente apagando el motor del coche. Apenas quedaba tiempo hasta que anocheciese y nos quedásemos sin luz. En verano la playa estaba iluminada todo el tiempo pero durante el curso tan solo las farolas de las calles iluminaban la costa desde lo lejos. Debía darme prisa.

Fui corriendo de un lado para otro mirando a todas partes, no debería ser muy difícil encontrarle y aun así era incapaz de verlo.
Estaba empezando a asustarme, el viento se volvió cada vez más frio y levantaba la arena sutilmente para cubrir por completo mis huellas. El mar estaba calmado, demasiado, como si tratase de ocultar algo.

"No...".

El pánico sacudió mi cuerpo ante la idea de que mi querido hermano hubiese sido devorado por aquellas gélidas y lúgubres aguas.
Mis pulmones se asfixiaban por el horror, empecé a marear, todo daba vueltas pero esta vez mucho más violento que como había sucedido en la tienda. Las cosas empezaban a distorsionarse, no era capaz de distinguir donde acababa el mar y empezaba el cielo. Caí sobre mis rodillas incapaz de sostenerme, seguí observando el océano mientras mis ojos, aterrorizados, se humedecían con lagrimas cargadas de agonía.
No podía perderle, nada me lo arrebataría, me pertenecía.
Era una locura, aún con toda la ropa puesta me fui corriendo hacia el mar penetrando de lleno en él. Si se iba, me iría yo con él.

Luché desesperadamente contra las olas que me empujaban hacia la orilla, el agua había dejado de estar en calma para rebelarse contra mi e impedir que entrase. Pero no pensaba rendirme, seguí avanzando mientras gritaba su nombre una y otra vez con la esperanza vacía de obtener respuesta.


sábado, 3 de agosto de 2013

Capítulo 20 ~ Las malas ideas acaban mal ~

Bueno, quiero decir que lo cierto es que quería actualizar antes pero estoy de vacaciones, hasta hace poco en Valencia con mi querida Ashala y ahora en alicante con mi amigo gay... (Este último no me deja conectarme!!! D : Me quiere obligar a salir cuando hay luz y esas cosas... pobre de mí... Ashala sálvame!! ;^; ....)

Y ahora ... AWWW >.< No me he podido aguantar pero una ricura que tengo como lectora ha decidido subirme el ego y hacerme morir de la ilusión con una maravillosa oleada de dibujitos de mi fic!! Por favor un aplauso a @OnoderaRitsu por tomarse tantas molestia u////u (lleva ya cuatro la tía xD un par de ellos solo podréis verlos en el blog ¬////¬)
Os lo tengo que enseñar porque es precioso, ¿alguien se acuerda de ese capítulo 4 donde nuestros dos protas acaban apaleados? xD



Este cap tiene MUCHA censura, vamos la mitad del cap prácticamente!! Que lo disfrutéis!!

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Como os podréis imaginar después de lo ocurrido no estaba de humor para nada.

El móvil me había estado sonando toda la puñetera tarde con mensajitos del quinteto cotilla preguntándome que tal había ido todo. Los ignoré, de hecho, apagué el teléfono. Sinceramente pensaba que después íbamos a ir a su casa y...  Respiré hondo  un par de veces, me las había devuelto todas juntas.

No quería pensar en ello, solo me fui a dormir temprano y esperé que la mañana asomase cuanto antes.

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Lo que siempre adoraba de dormir en mi casa o sea, solo, es que siempre acababa teniendo pesadillas. Esta vez algo me estaba persiguiendo, estaba tan cerca que podía notar su aliento en mi nuca. Intentaba correr con todas mis fuerzas pero era inútil, me alcanzaba una y otra vez como si fuese un perro de caza. Intentaba soltarme pero nada, me aprisionaba contra el suelo con tanta fuerza que apenas podía moverme.
Sus garras sostenían mis muñecas a ambos lados de mi cabeza, sus patas yacían sobre mis piernas atrapándoles, no podía gritar, ni moverme.
Estaba aterrado, las lagrimas comenzaron a caer por mis mejillas cargadas de angustia y terror.

Iba a morir. Me iba a devorar.

De repente aquella infame bestia empezó a rugir, me quedé perplejo, quería decirme algo pero no lo entendía. Esperé varios segundos, no hice nada hasta que sin venir a cuento su cuerpo empezó a cambiar. Tomó forma humana, un hombre, aunque no fui capaz de reconocerlo. No podía ver su rostro.
Seguramente me llamarías loco por esto pero no hay cosa a la que le tema más que a un ser humano. Son de todos los seres los más miserables y peligrosos.
Mis ojos se volvieron a humedecer, quería despertar.

"Castiel" susurré implorando ayuda. Sabía que era inútil, que no conseguiría nada pero no puede evitarlo y repetí su nombre hasta que mi garganta se quedo seca.
No obstante a aquel infame ser mi súplica se le antojaba divertida y comenzó  reírse. Quise golpearlo. De nuevo, fue imposible.
Dejó su rostro a tan solo unos milímetros del mío y cuando le entró la gana, asaltó mis labios con una ferocidad insaciable.

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Me desperté en aquel maldito instante para vivir una pesadilla. ¡Realmente había alguien sobre mi besándome!
El miedo, la ira y el asco me sacudieron como nunca lo habían hecho. No iba permitir que algo me atacase y mucho menos en mi propia casa.
De un rápido movimiento liberé mis manos y le propiné un puñetazo limpio en el estomago empujándolo hacia atrás. Aproveche su aturdimiento para agarrarlo por la muñeca y tumbarlo sobre el colchón mientras mi otra mano ahogaba su cuello lo suficiente para que le fuese complicado respirar. En aquel preciso instante la luz de la luna decidió asomarse por mi ventana mostrando el rostro de mi agresor.

-¿¡Castiel!? - grité en susurros. No me lo podía creer, ¿pero este tío estaba loco? Tan pronto como vi su cara liberé su cuello y me quite de encima.
Bien, acababa de golpear a mi novio.

- ¿Qué estás haciendo aquí? - pregunté preocupado, la cara de mi pelirrojo estaba tardando en recuperar su color. Estaba en la cama con los brazos abrazando su estomago  y los ojos cerrados mientras se mordía el labio.
- Yo te mato... - consiguió decir débilmente. Sus ojos me miraban como si quisiere realmente eliminarme lentamente. Tragué saliva nervioso. Joder, es que a quien se le ocurre.
- Lo siento Castiel, no quería hacerte daño. Me has asustado - intenté consolarlo dándole una palmadita en el hombro pero solo conseguí  molestarlo más.
-Venga ya, eres tú el que se ha colado en mi cama a las - proseguí mientras echaba una mirada al reloj - tres de la mañana. ¿Qué estás haciendo aquí?
-Eres un capullo, yo quería darte una sorpresa romántica - empezó a decir con cierto sarcasmo - parece que solo te gusta  estar conmigo cuando te la meto.

"Que cabrón..." le golpeé con la almohada un buen rato aprovechando su "invalidez". Iba a tirarlo por donde había entrado que seria, como siempre, la ventana. Cualquier día lo iba a ver alguien y se iba a liar increíble.

- Me vas a tener que compensar por esto - susurró mi pelirrojo inclinándose sutilmente sobre mi (porque le dolía el estomago claro) - seguro esta tarde te quedaste con las ganas.
Cerré los ojos mientras recordaba. Cuento me jodía que tuviese razón.

- Querida, no puedo complacerte siempre. Vas a tener que aprender a controlarte - susurró con su picardía habitual. Algo me decía que yo no era el único que se había quedado con las ganas. - Tenías otras cosas que hacer.  No siempre puedo estar follándote.
-¿El qué? Si se puede saber - pregunté muy suspicaz. ¿¿Castiel?? ¿Con responsabilidades? Creo que no.
- ¿Celoso? - me atacó ignorando mi pregunta.
- No - respondí tajante, en realidad me sentía como si necesitase golpear algo pero obviamente le mentí - ¿debería estarlo?
- Deberías llorar cada vez que no tuvieses mi polla cerca (dentro, bueno y ahí también) - bufó con sarcasmo. Me estaba retando a una lucha de palabras y aunque su vocabulario se asemejaba al de un crio de siete años estaba ganando.
-Uy  perdona por ser tan insensible - respondí controlando que mis manos no volviesen a atacarlo con la almohada por ser tan borde.
- Nath... comenzó a decir cambiando el tono a uno tranquilo y pausado.
- ¿Qué? - pregunté con indiferencia.
- Tócame - susurró mientras sus ojos penetraban en los míos atrapándome en su hechizo. - No seas estirado, no pudiste acabar lo que empezaste en la sala de chupaculos de la profe esta mañana.

Me quedé atónito. ¿Cómo habíamos llegado a esto? Decir que me resistí sería mentira. Al fin y al cabo, en el punto en el que estábamos, ¿qué sentido tenía abstenerse? No dije nada, no abriría mis labios para otra cosa que no fuese unirlos con los suyos.
Me tumbé frente a él evitando su mirada, cada vez que nuestros ojos se cruzaban notaba como si una ola de calor me subiese por la espalda.
Poco a poco me aproximé a él, busqué sus labios y los asalté. Él permanecía quieto, como esta mañana, observando hasta donde podía llegar.

Con cuidado le quite la camiseta y nerviosamente pasee las yemas de mis dedos sobre su torso notando como pequeñas ondas eléctricas se producían con su tacto.
Me mordisquee el labio ansioso por poder explorar más aquel maravilloso cuerpo que tanto me perdía. Ya era imposible controlarme, su esencia me envolvía provocando que mi entrepierna se humedeciese irremediablemente.

La ropa me incordiaba , necesitaba quitármela. Me incorporé unos instantes y me desnude quedando apoyado sobre mis rodillas y totalmente expuesto a mi pelirrojo que me devoraba con sus insaciables ojos.
Había intentando controlarse pero ya no podía más, me atrajo hacia él y empezó a mordisquear mi ingle obligándome a tapar mi boca con las manos para que mis gemidos no destruyesen el silencio.
Subió poco a poco pasando su lengua y sus labios por mi piel hasta finalmente llegar a mi cuello donde, como tantas otras veces, me mordió como si realmente quisiese comerme.
Hundí mi rostro en su hombro y envolví su cuello con mis brazos para no gritar, podía sentir como mi polla se endurecía cada vez mas y chocaba contra Castiel reclamando atención.
Mi pelirrojo se reía maliciosamente, me tenía a su merced. Pero yo de alguna forma lo tenía a él.

Lo empujé contra el colchón para que cayésemos los dos de lado y le obligué a desprenderse de las últimas prendas que quedaban ocultando su cuerpo.
Quería tocarlo, quería alargar mis manos y acabar lo que había empezado por la mañana. Pero no lo hice, había algo que deseaba aún más y era tenerlo dentro de mí.
Le di un beso fugaz en los labios y me tumbé boca abajo en la cama agarrando con fuerza la almohada que se encontraba frente a mí. No necesitaba decirle nada, le había entregado mi cuerpo para que lo tomase y así lo hizo.
Se situó sobre mi y levantó mis caderas dejándolas sobre mis rodillas. Hundí aún más mi rostro en el cojín cuando sentí su primer dedo ultrajando mi entrada. Se fue moviendo lentamente en círculos, ensanchándome poco a poco, hasta que introdujo el segundo.

Mi cuerpo se retorcía en la desesperación mientras me tocaba, mis caderas se movían por sí solas marcando su propio ritmo, no podía más, me dolían los dientes de tanto aguantar mi voz.
De repente, con la mano que le quedaba libre bajó por mi torso hasta mi miembro erecto y lo apretó con fuerza. Estaba a punto de correrme, mis piernas flaqueaban incapaces de sostenerse, mi cuerpo estaba sumido en la más ardiente desesperación. No duraría mucho mas y no quería acabar solo ahí.

-Aún no gatito - me susurró empeorándolo aún más.
No me paré a pensar de donde diantres se había sacado el lubricante o porque coño parecía llevar siempre encima un cargamento de condones.
Simplemente noté como aquella resbaladiza sustancia caía por mi trasero y acababa deslizándose entre mis piernas ensuciándome entero. Nada más entrar en mi cuerpo me sacudí violentamente contra el suyo.

- Tranquilo gatito, si me aprietas tanto no podré durar mucho - gruñó mi pelirrojo conteniendo su voz en la medida que le era posible.
Pero era imposible, cada vez que me embestía lo deseaba con más fuerza, no podía frenarme. Al final fui yo mismo quien marcó el ritmo de nuestras caderas que se movían frenéticas en un compás perfecto.
Una tras otra notaba como su miembro entraba y salía de mí descontrolada y frenéticamente. Si no hubiésemos estado en mi habitación aquello hubiese sido aún más salvaje.
No sé cuánto tiempo más estuvimos o si realmente fue mucho o poco, para mí el tiempo se había detenido en un estado de placer infinito en el que deseaba permanecer por siempre. Pero todo tiene un fin. Un último movimiento hizo que los dos alcanzásemos el éxtasis casi al mismo tiempo dejándonos agotados sobre la cama.

Después de aquello no recuerdo gran cosa, me sentía pegajoso y sucio, pero plenamente satisfecho. Me quedé en la cama semi inconsciente, Castiel salió un momento y volvió con una toalla húmeda pero en cuanto volvió a envolverme con sus brazos no pude evitar caer en un profundo sueño.

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Estaba a punto de amanecer, los primeros rayos de sol se asomaban por la ventana iniciando el nuevo día.
Me estiré agradeciendo lo bien que había podido dormir a Morfeo y me volví a dejar caer en la cama totalmente relajado. El día empezaba de maravilla.
O no.

Nada más abrir los ojos me vi a Castiel desnudo frente a mí durmiendo con la boca entreabierta mientras babeaba MI almohada. Después era yo...
Le hubiese sacado una foto si no hubiese sido porque nada más girarme para coger el móvil vi que el despertador marcaba las 7:30. ¿¡Cómo coño no me había enterado del despertador!?
Palidecí a tal velocidad que no pude ni levantarme de lo mareado que me encontraba. La angustia escalaba por mi columna consumiéndome poco a poco. Que no nos hubiesen pillado era un auténtico milagro.
Durante mi trance alguien llamó a la puerta.
                   
"Estoy muerto".

Mi cuerpo se quedó paralizado por el miedo. Tragué saliva dificultosamente sin saber que hacer hasta que aquellos infernales golpes volvieron a sonar con más fuerza que antes. Me incorporé en una milésima de segundo y grité "ya voy" implorando que cesase.
Me puse lo primero que pillé limpio y arrastré a Castiel medio dormido dentro del armario. El pobre se quedó perplejo cuando se vio sentado de mala manera entre las repisas de mi armario mientras yo le decía que se quedara en silencio sin hacer ni un ruido y cerraba la puerta con llave.
Cogí la ropa que me faltaba y salí lo mas rápido que pude tropezándome varias veces con los muebles y con mis propios pies. Ya no había nadie tras la puerta así que baje corriendo las escaleras tratando de no matarme por ella mientras acababa de ponerme lo que me faltaba de vestir.

Mis padres estaban en la cocina terminando de desayunar , mi hermana al parecer ya había salido.
-¿Se te han pegado las sabanas? - preguntó madre con una sonrisa vacía que la hacía parecer una muñeca de cuerda.

Asentí abochornado recordando lo que había estado haciendo realmente la noche anterior y me serví un café en mi taza de gatitos. Aún no me podía explicar cómo no se habían percatado de todo, no es que fuésemos muy ruidosos pero algún que otro golpe sí que se nos escapó.
Intenté hacer tiempo hasta que se fuesen y pudiese sacar a Castiel del armario. Que gracioso resultaba decir aquello "Sacar a Castiel del armario". Me empecé a reír disimuladamente mientras bebía, me iba a matar si se enteraba. Pero era cierto, si yo era.... gay (joder, que difícil era decirlo) entonces él también ¿no?

-Necesito que envíes esto por correo certificado antes de entrar en el instituto - dijo mi padre sacándome de mis pensamientos - Nos tenemos que ir ya así que te dejamos en la calle del instituto con el coche y te acercas en un momento a la oficina que está enfrente.
"Oh mierda" pensé sin saber que excusa poner. El café se había quedado en mi garganta incapaz de bajar.
Daba igual lo que dijese, cuando mi padre decía "ya" era "ya", no dos segundo más tarde.

Mi madre me tendió en la maleta que como soy tan previsor había dejado preparada la noche anterior en el perchero de la entrada para cogerla nada más salir y me indicó que saliese para evitar que mi padre se enfadase.

Perfecto. Estaba  en el coche con mis padres pensando como cojones iba a sacar a Castiel. A menos que faltase  a primera hora no había manera.
Pero la suerte no estaba conmigo, y mucho menos con Castiel. Nada más salir de la oficina de correos me encontré con la directora de frente que me obligó a entrar pisoteando todos mis planes de salvar a mi pelirrojo.

Tres horas pasaron hasta el recreo donde podría escaparme para retomar mi plan de huida.
Ojala. A punto de salir estaba cuando el profesor Boris nos interceptó al profesor Farrés y a mí para ayudar en el gimnasio con el nuevo material. Me tuve que encargar de todas las facturas y luego cargar las putas colchonetas hasta el cuarto de materiales no se para que, porque luego no las usábamos nunca. Aunque mirándoles bien se me ocurrieron un par de usos que podríais darle Castiel y yo. Seguro que estaba más que de acuerdo.  

Al final pasó la jornada entera y yo aún no había vuelto a casa. Más de seis horas llevaba el otro en el armario.
Definitivamente me iba matar.

Di gracias a que no hubiese nadie en casa para cuando estuve de vuelta porque si no hubiese sido un espectáculo. La verdad es que no sabía que cuando abriese la puerta, podría disculparme de mil maneras pero ninguna sería suficiente. Tampoco me hizo falta pues la escena que me encontré me arrancó todas las palabras de la garganta dejándome en tal estado de shock que tarde varios minutos en reaccionar.
Castiel se había acomodado sobre mi ropa limpia con todos mis pantalones descolgados que servían como cojines,  ¡ah! Y completamente desnudo por supuesto.

Pero aparte de eso lo más ... ¿cómo podría decirlo?, ¿grotesco? ¿bizarro?... ¿surrealista?
Fue verme a mí pelirrojo sosteniendo una de mis camisas cerca de su nariz oliéndola mientras su otra mano masturbaba su pene con una de mis corbatas azul marina alrededor de este.
Un poco más tarde veía como mi hermosa corbata era cruelmente manchada en aquel sucio gesto a manos de aquel salido de mierda que tenía como novio.

No podía pensar en nada con claridad, por una parte estaba demasiado sorprendido como para reaccionar y por otra parte aquella escena me resultaba tan caliente que pronto empezaría a sentir la necesidad de quitarme los pantalones.
Al terminar me miró con una extraña mirada vengativa y me arrojó la ropa con la que se había tocado (y corrido) sobre mi cara.
Me quedé quieto a pesar de las nauseas  que sentí en aquel instante.

El aprovechó mi ausencia mental para vestirse y salir dando un portazo. No pude detenerlo, ¿qué le iba a decir? Sobretodo después de lo que acababa de ver...
Cuando volví a ser consciente me retiré las prendas de la cara con cuidado incapaz de limpiarme del asco que me daba. Quería matarlo, estrangularlo pero tenía que reconocer que el 65% de la culpa era mía.

Finalmente tuve que reconocerlo y acabé en el baño para limpiarme la maravillosa y cariñosa corrida que me había lanzado mi cortés novio a la cara y para enfriar un poco mis partes bajas que aún no podían olvidar aquella escena tan orgásmica que había tenido la "suerte" de ver.

Ahora, a ver quien aguantaba al caballero el día siguiente.


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