viernes, 23 de agosto de 2013

Anexo Leigh 2 ~ Semillas de traición ~

Bueno bueno!! Siento el retraso, pero he estado unos dias en Madrid y cuando he vuelto he tardado unos diitas más de la cuenta ponerme al día ;D Sorry!! 

Aquí les traigo los anexos de Leigh!! me parecia una tonteria seguir llamandolos de Lysandro cuando es Leigh quien habla xD En fin, este cap no tiene censura porque para el próximo os tengo una sorpresa ¬//////¬ también será de LeighxLys ^^ 
¡Qué disfrutéis!
Y que no se me olvide! Bueno, ya solo me queda declarar mi amor eterno a este encanto de persona; @OnoderaRitsu ,  no se cuantos dibujos me ha hecho ya pero solo sé que me encantan y que me alegran el día cada vez que los veo u////u (no os pongáis celosas que os amo a todas (?)) jajajaja no es serio, no sé qué voy a hacer con esta chiquilla, voy a mirar cuanto me cuesta construir un templo o un altar jajajajaja xDD Love you! Gracias en serio! Me encantan! >////<


------------------- (hay que leérselo después del cap 20)


Mi mano se deslizaba por el papel dejando suaves trazos con el lápiz. Las líneas temblorosas se iban uniendo inseguras sin saber muy bien que era lo que quería dibujar.
Lo que empezó siendo una hermosa cala en el atardecer con la mar en calma se convirtió en un pedregoso y puntiagudo acantilado donde las olas impactaban con tal fuerza que parecía que podían derribarlo.

Me sumergí en mi propio dibujo, aquellas rápidas líneas comenzaron a moverse ante mis ojos como un hechizo que intenta tomar un alma. Estaba dentro, me había capturado. Tropecé con una de las traicioneras rocas que yo mismo había puesto allí y caí por el precipicio. Había creado algo que acabaría conmigo.
Mi cuerpo luchó por alcanzar el cielo inútilmente estirando las manos, pero los pequeños salientes de roca me golpearon con saña condenándome a perecer bajo ellas. Al final, junto al agua, podrían fin a todo.

Como un agujero negro las olas me arrastraron al fondo del océano alejándome de toda luz existente. Intenté agarrarme a los peñascos contra los que me chocaba pero tan solo conseguía que mis uñas ya maltrechas de tanto luchar sangrasen aún más y se desfigurasen hasta casi desaparecer.
No podía gritar sin ahogarme más, el agua entraba en mi cuerpo haciéndome cada vez más pesado, incapaz de luchar.  Mi vida se extinguía lentamente agonizando, todo se volvió  negro. Todo menos él.
Lo vi, el último rayo de sol que alcanzaron mis ojos; Lysandro.

Como un ángel celestial iluminaba la superficie mientras yo era consumido por las sombras. Intenté alcanzarle, lo intenté con todas mis fuerzas hasta que comprendí que no debía. Lo sabía, tenía que dejarlo para que pudiese brillar. Y yo tenía que desaparecer en la oscuridad para ello.
Cerré los ojos dejando que un par de lágrimas egoístas brotasen de ellos y me dejé a merced de las fría aguas que poco a poco devoraban mi alma.


- Buenas tarde Leigh - me saludó Rosalya resucitando mi mente yacente del mundo de los sueño, solo entonces me di cuenta de que mi dibujo había sido inundado por mis propias lágrimas. Ella me dedicó una suave sonrisa y me señaló con cuidado a quienes tenía detrás - Esta tarde nos toca reformar un armario.

Le devolví la sonrisa y cerré el endemoniado cuaderno recuperando la compostura. No era el momento ni el lugar para pesar aquellas cosas.

Casi di un salto cuando me encontré de frente con el joven peliazul del otro día. Unos sudores fríos empezaron a recorrerme ante la posibilidad de que Lysandro pudiese aparecer. No es que estuviese haciendo nada malo (creo) pero no quería verlo molesto, solo quería ver su sonrisa cuando me abrazaba, cuando sus suaves dedos retiraban los mechones de pelo de mi rostro y sus hermosos labios me besaban lentamente como si el tiempo ni existiese.
Por fortuna Alexy no parecía capaz de mirarme siquiera. En realidad no me sentía muy bien con ello. No quería que se molestase ni nada, era un buen chico. Cada vez que nuestras miradas se cruzaron intenté sonreírle amablemente pero él se limitaba a mirar al suelo o a irse en dirección contraria. Realmente, nunca conseguía hacer nada bien. No quería que nadie a mi alrededor sufriese, nunca más, y aún así parecía que era lo único que conseguía.


-¿Nath? - dije al encontrarme al rubio sentado en un sillón con la cabeza hundida en sus brazos. Reaccionó de inmediato, levantó la cabeza tan rápido que casi no me dio tiempo a retirar la mía para que no chocásemos. Se quedó mirándome unos instantes abriendo la boca en ocasiones para hablar pero sin conseguir que una sola palabra saliese por sus labios.
- ¿Estás enfadado porque Nacu te ha dicho que tienes un gusto de abuela? - nada más decir eso pensé que igual podía haber sido más sutil pero, me salió solo. Él me dedico una mirada cansada y devolvió sus ojos a donde estaban Rosa y los demás aunque dudo mucho que realmente los estuviese observando a ellos.
- No es eso, ya he asumido que no soy bueno con la ropa - dijo dando un largo suspiro - es que estoy preocupado, Castiel se ha enfadado conmigo y no quiero joderlo más - se quedó unos instantes en silencio con la mirada perdida, parecía derrotado, como hubiese perdido la esperanza. - Perdóname, no quería molestarte con mis problemas solo que... no hay muchas personas que sepan lo mío con Castiel y de las que lo saben, no sé cómo hablar con ellas. Realmente no sé cómo relacionarme con nadie.
- Nath yo tampoco soy la persona sociable ni nada pero igual te puedo decir algo que te ayuda - comencé a decir captando su atención, sus ojos empezaron brillar sutilmente llenos de esperanza - ¿Sabes? Cada vez que a Castiel le pasaba algo contigo siempre lo teníamos en casa. Lysandro es su único amigo, y para mí es como si lo fuese pues los amigos de mi hermano siempre serán bienvenidos para mí. - continué teniendo cuidado de las palabras que usaba. De vez en cuando le lanzaba una mirada al joven delegado para asegurarme que lo estaba arreglando y no estropeando más. El reto del tiempo mis ojos se perdían en algún lugar de la tienda recordando os momentos que relataba.
- Aún recuerdo vuestra "primera" pelea, en la excursión escolar. El pelirrojo se quedó en nuestra casa varios días.  Apenas comía ni se movía del sitio. Cada vez que me acercaba a él siempre decía lo mismo "la he jodido" y se quedaba mirando la ventana como si hubiese perdido toda la vida. - preferí omitirle las partes en las que lo insultaba o decía que lo olvidaría pues en aquel momento no eran sino palabras fruto del su propio enfado y no de su corazón. - Lo que quiero decir con esto es que en ningún momento pienses que él no siente lo mismo que tú. Al fin y al cabo tú eres el único que ha visto su verdadera naturaleza, ¿no? Lo conoces mejor que nadie, confía en él.

Su rostro se iluminó con una esperanzadora sonrisa y asintió un par de veces.
- Tienes razón, perdona - y comenzó a reírse como si acabase de recordar algo - no confió en él lo suficiente, pero bueno ¡ni siquiera confió en mi mismo! Da igual, si confío en alguien, tiene que ser él. Gracias Leigh - me dijo guiñándome un ojo - ¡Aunque eso no quita que no se lleve hoy una bronca por lo que ha hecho!
Le devolví la sonrisa y observé cómo se marchaba justo después de que Rosalya lo llamase desde lejos para probarse unas cosas. Me sentía tan bien, tan relajado. Nathaniel era un gran chico, Castiel también. El problema era que los dos tenían mucho personalidad y demasiados secretos, pero eso era algo que debían ir solucionando ellos.

- Leigh eres un encanto, lo sabes ¿no? - casi me caigo de espaldas cuando escuché una voz detrás de mí. Nacu apareció por tras el sillón mirándome fijamente. - Lo has ayudado mucho, Nath necesita gente en quien confiar, lleva demasiado tiempo pensando que está solo.
Me dedicó una amable sonrisa y se dirigió a mí con los brazos llenos de ropa que había recopilado de toda la tienda.
- ¿Y tú? - preguntó con cierta preocupación.
- ¿Yo qué? - no importaba cuanto tratase de ocultar algo o parecer indiferente, solo había una persona capaz de leer mi rostro y ese, era Lysandro. Solo una hasta que llegó ella. De alguna forma conseguía penetrar en el corazón de todo aquel que conocía. Tenía cierta habilidad para que la gente se sintiese segura y confiase en ella. Yo mismo le había contado todo sobre mi al poco de conocerla, cosas que ni Lysandro sabe, y no debe saber nunca.
- ¿Qué voy a hacer con vosotros? Sois horrorosos, ¿Qué te he dicho? Tienes que sonreír Leigh, debes reír siempre porque la risa nos hace ver el mundo más hermoso. - dijo riéndose con cierta nostalgia - Además nos hace vivir más, por eso, sonríe siempre. Perdona, estoy diciendo cosas raras ¿verdad? Creo que es porque me toca ponerme mala.

Ambos nos quedamos en silencio con nuestros pensamientos perdidos en la nada, "sonríe, da igual lo que pase, sonríe". Cuando la conocí jamás pensé que una gótica me pudiese decir algo así, pero a pesar de todo era una persona muy positiva. Cuando le dije que estaba con mi propio hermano no me juzgó ni me repudió, me dedicó una sonrisa y me dijo "¿Tú eres feliz? Porque si lo eres, entonces da igual con quien estés" y luego añadió "Además no me extraña, si fuese mi hermano yo también me lo querría tirar". Pero por mucho que dijese, jamás podría quitarme la culpa que sentía por corromper a mi propio hermano, a mi hermano pequeño. Era un delito que me había condenado a cargar por siempre.

- Gracias Nacu, solo ya sabes, a veces pienso demasiado. ¿Y tú? ¿Tú estás bien? - pregunté temeroso, ella nunca decía nada, nunca contaba nada. Algún día me gustaría que confiase también en nosotros y dejase de protegernos tanto. Pero yo no era nadie para criticarla pues éramos exactamente iguales.
- Pero bueno, ¿esto que es? ¿Un funeral? Yo estoy mejor que nunca ¿qué te crees? - dijo efusivamente mostrándome un pendrive mientras me guiñaba un ojo con malicia - Alguien ha tenido un desliz con cierto macarra en la sala de delegados hoy y por alguna misteriosa razón ha llegado a mis manos.

Me quedé de piedra e inconscientemente mis ojos se dirigieron a Nathaniel que estaba completamente ajeno probándose ropa. Varias preguntas asaltaron mi cabeza, ¿cómo había conseguido el video? o mejor, ¿por qué diablos había una cámara allí? y finalmente... ¿cómo se sentiría al hacerlo en un lugar público tan peligroso? Quiero decir, Lys y yo lo habíamos hecho varias veces en la tienda pero el riesgo de que nos pillasen era casi inexistente.
Un asfixiante calor empezó a recorrer mi cuerpo solo de imaginarlo, claro que se evaporó tan solo de pensar lo que podría ocurrir luego. Entonces me quedé paralizado, como si hubiesen congelado mi cuerpo.


Volví a ordenar las estanterías para distraerme un rato. La travesía de Nathaniel para encontrar su "verdadero" estilo parecía ir para largo. Cada vez que acababan con algo, lo doblaba con cuidado y lo devolvía a su sitio.
Me topé varias veces con Alexy, pero teniendo en cuenta sus reacciones anteriores preferí pasar de largo. No quería que la situación fuese aún más incómoda para él. Aunque me hubiese gustado disculparme la verdad.

- Leigh... - susurró una de las veces que pasé por su lado haciendo que a causa de la sorpresa tropezase con mi propio pie y acabase en el suelo. Di un largo suspiro cuando vi toda la ropa que acababa de doblar tirada de cualquier manera. Perfecto.
- ¿Estás bien? ¡Lo siento mucho! - gritó Alexy notablemente más nervioso que yo.
- Si... - respondí tan suave que dudaba que me hubiese escuchado siquiera. Sin mirarlo, me puse a recoger la ropa en silencio y él hizo lo mismo. Cuando acabamos ninguno sabia que hacer o decir. Si a mí ya natural antipatía le añadíamos lo incómoda que era la situación el que unas palabras, por simples que fuesen, saliesen de mis labios se atojaba muy complicado.
De hecho, seguí ordenando las estanterías evitando cualquier oportunidad de empezar una conversación. Algo que, teniendo en cuenta que me seguía a todas partes como un pollito, sería inevitable. Al final yo mismo me paré en seco y lo enfrenté, en silencio pero lo enfrenté.

- Leigh, tú... - comenzó a decir todo rojo - ¿tienes pareja?
Poco a poco toda la sangre que tenia se concentró en mi rostro. No sabía qué hacer ni que decirle. Alexy me parecía un chico agradable pero en aquel momento realmente deseaba taparle la boca con una bola de calcetines.
- Lo siento es que... - prosiguió - desde que te vi el otro día no he podido dejar de pensar en ti - me confesó tan colorado que la combinación de su pelo con su rostro parecía casi imposible. ¡Oh por Apolo! ¿Porqué a mi? Él era una luz brillante llena de vida y yo, yo no era más que una sombre, un resquicio de la oscuridad que hacía todo lo posible por no llamar la atención, por permanecer oculto.
Estaba muy agradecido, de verdad que lo estaba pero era imposible, yo amaba a Lysandro. Estaba atrapado en un amor inmoral e imposible pero aun así lo deseaba y no podía dejar de pensar en él.

-Alexy yo... lo lamento pero no puedo, yo... - no podía contarle la verdad, no aún al menos - Eres una gran persona y ojala encuentres a alguien, no, esto, no sé qué decir, lo siento. - me sentí tan estúpido. Ni siquiera era capaz de decir algo decente. Bravo Leigh, demostrando tus capacidades sociales.
- No pasa nada, no tienes que darme explicaciones - me interrumpió negando con la cabeza, obviamente estaba decepcionado pero el brillo de sus ojos no se había desvanecido - ¿Sabes? M alegré mucho cuando me enteré que Lysandro era tu hermano, me hizo pensar que aún tenía alguna posibilidad. Espero que no te importe. - sus ojos se posaron sobre los míos firmemente demostrando la fuerza de sus palabras.
Claro, ¿cómo iba a sospechar que estaba con mi propio hermano? Era una locura, una auténtica locura.
Ahora no sabía dónde meterme, quería salir corriendo y meter la cabeza en un cubo con hielo. ¿Qué se suponía que le tenía que decir? Abrí la boca un par de veces para decirle algo pero tuve que cerrarla inmediatamente pues era incapaz de encontrar la respuesta adecuada.
Todo daba vueltas en mi cabeza, estaba confundido y asustado. Para colmo, pasó algo que jamás me hubiese podido imaginar.

Los labios de Alexy se posaron sobre los míos con tal velocidad que ni siquiera o vi acercarse. Sus manos sostenían mis brazos con fuerzas para evitar que me alejase, su cuerpo estaba completamente sobre el mío, podía sentir todo su calor, el ritmo acelerado de sus latidos. Y por supuesto, sus labios, sus suaves y tiernos labios que me besaban lentamente atesorando cada momento como si fuese único.
No hice nada. No pude, estaba paralizado. Era la primera vez que besaba a alguien que no fuese Lysandro, mi vida siempre había sido para él y por él.
Quise apartarlo, ser sincero por una vez e intentar que lo comprendiese pero mi cuerpo no respondía, me sentí atrapado en una estatua, viendo todo lo que ocurría sin poder hacer nada. Ni siquiera me planteé que se sintiese bien, mi cabeza solo tenía una palabra en ella que se repetía infinidad de veces.

"Traición".

Acababa de traicionar a la persona que más amaba, estaba engañando a quien se suponía que era lo más importante en mi vida. Me sentía tan culpable, no tenía excusa para lo que estaba ocurriendo. Mi corazón se quebraba por dentro ante la idea. "Lysandro" lloré para mí una y otra vez implorando un perdón que jamás tendría.

- Leigh yo.... - dijo suavemente mientras se separaba de mi, sostuvo mi rostro con sus manos obligándome a mirarlo a los ojos pero yo ni siquiera podía concentrarme en su cara - no quería hacerte sentir mal.
¿Mal? ¿Yo? ¡No! Era mi culpa, yo era el que no estaba haciendo las cosas bien. Quise decírselo, de verdad que quise pero cansado, mi cabeza no dejaba de dar vueltas y para colmo mi voz parecía haber desaparecido.

- ¡Yo no me voy a rendir! - gritó ferozmente estrechando aún más mi cuerpo contra el suyo.
Lo aparté poco a poco negando con la cabeza, no quería hacerle más daño. Ya me odia lo suficiente por ello, pero tampoco podía decirle la verdad.
Justo en aquel instante, como un ángel que cae del cielo, mi móvil comenzó a sonar con la hermosa melodía de mi querido Lysandro.

-----

Después de aquella "situación incómoda" y conflictiva, solo pude salir corriendo dejando atrás una mala excusa. Bueno, no era una excusa, realmente Lysandro estaba perdido e iba a buscarlo pero parecía que me lo acababa de inventar.
¿Pero que iba a hacer? Estaba tan confuso, no sabía cómo arreglar las cosas. Aunque después de haber salido huyendo no cría que Alexy quisiera volver a dirigirme la palabra. Igual así las cosas estaban mejor...
Por otro lado estaba mi hermano, no podía callarme esto, tenía que contárselo pero tampoco quería que sufriese por ello. De nuevo, no sabía qué hacer. Sacudía la cabeza un par de veces para aclararme. Lo primero era lo primero. Encontrarle.

"Estoy frente al mar" me ha había dicho. ¿Cómo diablos había llegado a la playa? ¿Haciendo autostop? ¿Porqué había hecho autostop? No es que estuviese lejos, para nada, en plena ciudad ni más ni menos. Desde la tienda ni siquiera traía cuenta coger el coche, el problema estaba en que el instituto si que estaba lejos, y nuestra casa, más, pues estaba en las afueras.
De todas formas, cogí mi auto para llegar a ella pues, conociéndolo si estaba en la playa estaría en una pequeña cala semi escondida junto a la desembocadura del Grand Étier du Pouliguen... un canal, para que me entendáis. La verdad es que no sabía muy bien cómo definirlo, la geografía de La Baule era de todo menos normal.

Muchas veces me había planteado enseñar a Lysandro a conducir, pero visto lo visto, si llegaba tan lejos andando no me quería imaginar a donde podía llegar con un coche. Igual un día me llamaba diciéndome que estaba frente a Coliseo romano o algo así.
No, definitivamente no, prefería seguir siendo su taxista.

Nada más llegar volví a llamarlo. No me respondió. ¡Perfecto! ¡Oh Artemis, vale que se pierda, vale que no sepa dónde está o como llegó pero que conteste al móvil!
Suspiré pesadamente apagando el motor del coche. Apenas quedaba tiempo hasta que anocheciese y nos quedásemos sin luz. En verano la playa estaba iluminada todo el tiempo pero durante el curso tan solo las farolas de las calles iluminaban la costa desde lo lejos. Debía darme prisa.

Fui corriendo de un lado para otro mirando a todas partes, no debería ser muy difícil encontrarle y aun así era incapaz de verlo.
Estaba empezando a asustarme, el viento se volvió cada vez más frio y levantaba la arena sutilmente para cubrir por completo mis huellas. El mar estaba calmado, demasiado, como si tratase de ocultar algo.

"No...".

El pánico sacudió mi cuerpo ante la idea de que mi querido hermano hubiese sido devorado por aquellas gélidas y lúgubres aguas.
Mis pulmones se asfixiaban por el horror, empecé a marear, todo daba vueltas pero esta vez mucho más violento que como había sucedido en la tienda. Las cosas empezaban a distorsionarse, no era capaz de distinguir donde acababa el mar y empezaba el cielo. Caí sobre mis rodillas incapaz de sostenerme, seguí observando el océano mientras mis ojos, aterrorizados, se humedecían con lagrimas cargadas de agonía.
No podía perderle, nada me lo arrebataría, me pertenecía.
Era una locura, aún con toda la ropa puesta me fui corriendo hacia el mar penetrando de lleno en él. Si se iba, me iría yo con él.

Luché desesperadamente contra las olas que me empujaban hacia la orilla, el agua había dejado de estar en calma para rebelarse contra mi e impedir que entrase. Pero no pensaba rendirme, seguí avanzando mientras gritaba su nombre una y otra vez con la esperanza vacía de obtener respuesta.


sábado, 3 de agosto de 2013

Capítulo 20 ~ Las malas ideas acaban mal ~

Bueno, quiero decir que lo cierto es que quería actualizar antes pero estoy de vacaciones, hasta hace poco en Valencia con mi querida Ashala y ahora en alicante con mi amigo gay... (Este último no me deja conectarme!!! D : Me quiere obligar a salir cuando hay luz y esas cosas... pobre de mí... Ashala sálvame!! ;^; ....)

Y ahora ... AWWW >.< No me he podido aguantar pero una ricura que tengo como lectora ha decidido subirme el ego y hacerme morir de la ilusión con una maravillosa oleada de dibujitos de mi fic!! Por favor un aplauso a @OnoderaRitsu por tomarse tantas molestia u////u (lleva ya cuatro la tía xD un par de ellos solo podréis verlos en el blog ¬////¬)
Os lo tengo que enseñar porque es precioso, ¿alguien se acuerda de ese capítulo 4 donde nuestros dos protas acaban apaleados? xD



Este cap tiene MUCHA censura, vamos la mitad del cap prácticamente!! Que lo disfrutéis!!

------------------------

Como os podréis imaginar después de lo ocurrido no estaba de humor para nada.

El móvil me había estado sonando toda la puñetera tarde con mensajitos del quinteto cotilla preguntándome que tal había ido todo. Los ignoré, de hecho, apagué el teléfono. Sinceramente pensaba que después íbamos a ir a su casa y...  Respiré hondo  un par de veces, me las había devuelto todas juntas.

No quería pensar en ello, solo me fui a dormir temprano y esperé que la mañana asomase cuanto antes.

---

Lo que siempre adoraba de dormir en mi casa o sea, solo, es que siempre acababa teniendo pesadillas. Esta vez algo me estaba persiguiendo, estaba tan cerca que podía notar su aliento en mi nuca. Intentaba correr con todas mis fuerzas pero era inútil, me alcanzaba una y otra vez como si fuese un perro de caza. Intentaba soltarme pero nada, me aprisionaba contra el suelo con tanta fuerza que apenas podía moverme.
Sus garras sostenían mis muñecas a ambos lados de mi cabeza, sus patas yacían sobre mis piernas atrapándoles, no podía gritar, ni moverme.
Estaba aterrado, las lagrimas comenzaron a caer por mis mejillas cargadas de angustia y terror.

Iba a morir. Me iba a devorar.

De repente aquella infame bestia empezó a rugir, me quedé perplejo, quería decirme algo pero no lo entendía. Esperé varios segundos, no hice nada hasta que sin venir a cuento su cuerpo empezó a cambiar. Tomó forma humana, un hombre, aunque no fui capaz de reconocerlo. No podía ver su rostro.
Seguramente me llamarías loco por esto pero no hay cosa a la que le tema más que a un ser humano. Son de todos los seres los más miserables y peligrosos.
Mis ojos se volvieron a humedecer, quería despertar.

"Castiel" susurré implorando ayuda. Sabía que era inútil, que no conseguiría nada pero no puede evitarlo y repetí su nombre hasta que mi garganta se quedo seca.
No obstante a aquel infame ser mi súplica se le antojaba divertida y comenzó  reírse. Quise golpearlo. De nuevo, fue imposible.
Dejó su rostro a tan solo unos milímetros del mío y cuando le entró la gana, asaltó mis labios con una ferocidad insaciable.

-----

Me desperté en aquel maldito instante para vivir una pesadilla. ¡Realmente había alguien sobre mi besándome!
El miedo, la ira y el asco me sacudieron como nunca lo habían hecho. No iba permitir que algo me atacase y mucho menos en mi propia casa.
De un rápido movimiento liberé mis manos y le propiné un puñetazo limpio en el estomago empujándolo hacia atrás. Aproveche su aturdimiento para agarrarlo por la muñeca y tumbarlo sobre el colchón mientras mi otra mano ahogaba su cuello lo suficiente para que le fuese complicado respirar. En aquel preciso instante la luz de la luna decidió asomarse por mi ventana mostrando el rostro de mi agresor.

-¿¡Castiel!? - grité en susurros. No me lo podía creer, ¿pero este tío estaba loco? Tan pronto como vi su cara liberé su cuello y me quite de encima.
Bien, acababa de golpear a mi novio.

- ¿Qué estás haciendo aquí? - pregunté preocupado, la cara de mi pelirrojo estaba tardando en recuperar su color. Estaba en la cama con los brazos abrazando su estomago  y los ojos cerrados mientras se mordía el labio.
- Yo te mato... - consiguió decir débilmente. Sus ojos me miraban como si quisiere realmente eliminarme lentamente. Tragué saliva nervioso. Joder, es que a quien se le ocurre.
- Lo siento Castiel, no quería hacerte daño. Me has asustado - intenté consolarlo dándole una palmadita en el hombro pero solo conseguí  molestarlo más.
-Venga ya, eres tú el que se ha colado en mi cama a las - proseguí mientras echaba una mirada al reloj - tres de la mañana. ¿Qué estás haciendo aquí?
-Eres un capullo, yo quería darte una sorpresa romántica - empezó a decir con cierto sarcasmo - parece que solo te gusta  estar conmigo cuando te la meto.

"Que cabrón..." le golpeé con la almohada un buen rato aprovechando su "invalidez". Iba a tirarlo por donde había entrado que seria, como siempre, la ventana. Cualquier día lo iba a ver alguien y se iba a liar increíble.

- Me vas a tener que compensar por esto - susurró mi pelirrojo inclinándose sutilmente sobre mi (porque le dolía el estomago claro) - seguro esta tarde te quedaste con las ganas.
Cerré los ojos mientras recordaba. Cuento me jodía que tuviese razón.

- Querida, no puedo complacerte siempre. Vas a tener que aprender a controlarte - susurró con su picardía habitual. Algo me decía que yo no era el único que se había quedado con las ganas. - Tenías otras cosas que hacer.  No siempre puedo estar follándote.
-¿El qué? Si se puede saber - pregunté muy suspicaz. ¿¿Castiel?? ¿Con responsabilidades? Creo que no.
- ¿Celoso? - me atacó ignorando mi pregunta.
- No - respondí tajante, en realidad me sentía como si necesitase golpear algo pero obviamente le mentí - ¿debería estarlo?
- Deberías llorar cada vez que no tuvieses mi polla cerca (dentro, bueno y ahí también) - bufó con sarcasmo. Me estaba retando a una lucha de palabras y aunque su vocabulario se asemejaba al de un crio de siete años estaba ganando.
-Uy  perdona por ser tan insensible - respondí controlando que mis manos no volviesen a atacarlo con la almohada por ser tan borde.
- Nath... comenzó a decir cambiando el tono a uno tranquilo y pausado.
- ¿Qué? - pregunté con indiferencia.
- Tócame - susurró mientras sus ojos penetraban en los míos atrapándome en su hechizo. - No seas estirado, no pudiste acabar lo que empezaste en la sala de chupaculos de la profe esta mañana.

Me quedé atónito. ¿Cómo habíamos llegado a esto? Decir que me resistí sería mentira. Al fin y al cabo, en el punto en el que estábamos, ¿qué sentido tenía abstenerse? No dije nada, no abriría mis labios para otra cosa que no fuese unirlos con los suyos.
Me tumbé frente a él evitando su mirada, cada vez que nuestros ojos se cruzaban notaba como si una ola de calor me subiese por la espalda.
Poco a poco me aproximé a él, busqué sus labios y los asalté. Él permanecía quieto, como esta mañana, observando hasta donde podía llegar.

Con cuidado le quite la camiseta y nerviosamente pasee las yemas de mis dedos sobre su torso notando como pequeñas ondas eléctricas se producían con su tacto.
Me mordisquee el labio ansioso por poder explorar más aquel maravilloso cuerpo que tanto me perdía. Ya era imposible controlarme, su esencia me envolvía provocando que mi entrepierna se humedeciese irremediablemente.

La ropa me incordiaba , necesitaba quitármela. Me incorporé unos instantes y me desnude quedando apoyado sobre mis rodillas y totalmente expuesto a mi pelirrojo que me devoraba con sus insaciables ojos.
Había intentando controlarse pero ya no podía más, me atrajo hacia él y empezó a mordisquear mi ingle obligándome a tapar mi boca con las manos para que mis gemidos no destruyesen el silencio.
Subió poco a poco pasando su lengua y sus labios por mi piel hasta finalmente llegar a mi cuello donde, como tantas otras veces, me mordió como si realmente quisiese comerme.
Hundí mi rostro en su hombro y envolví su cuello con mis brazos para no gritar, podía sentir como mi polla se endurecía cada vez mas y chocaba contra Castiel reclamando atención.
Mi pelirrojo se reía maliciosamente, me tenía a su merced. Pero yo de alguna forma lo tenía a él.

Lo empujé contra el colchón para que cayésemos los dos de lado y le obligué a desprenderse de las últimas prendas que quedaban ocultando su cuerpo.
Quería tocarlo, quería alargar mis manos y acabar lo que había empezado por la mañana. Pero no lo hice, había algo que deseaba aún más y era tenerlo dentro de mí.
Le di un beso fugaz en los labios y me tumbé boca abajo en la cama agarrando con fuerza la almohada que se encontraba frente a mí. No necesitaba decirle nada, le había entregado mi cuerpo para que lo tomase y así lo hizo.
Se situó sobre mi y levantó mis caderas dejándolas sobre mis rodillas. Hundí aún más mi rostro en el cojín cuando sentí su primer dedo ultrajando mi entrada. Se fue moviendo lentamente en círculos, ensanchándome poco a poco, hasta que introdujo el segundo.

Mi cuerpo se retorcía en la desesperación mientras me tocaba, mis caderas se movían por sí solas marcando su propio ritmo, no podía más, me dolían los dientes de tanto aguantar mi voz.
De repente, con la mano que le quedaba libre bajó por mi torso hasta mi miembro erecto y lo apretó con fuerza. Estaba a punto de correrme, mis piernas flaqueaban incapaces de sostenerse, mi cuerpo estaba sumido en la más ardiente desesperación. No duraría mucho mas y no quería acabar solo ahí.

-Aún no gatito - me susurró empeorándolo aún más.
No me paré a pensar de donde diantres se había sacado el lubricante o porque coño parecía llevar siempre encima un cargamento de condones.
Simplemente noté como aquella resbaladiza sustancia caía por mi trasero y acababa deslizándose entre mis piernas ensuciándome entero. Nada más entrar en mi cuerpo me sacudí violentamente contra el suyo.

- Tranquilo gatito, si me aprietas tanto no podré durar mucho - gruñó mi pelirrojo conteniendo su voz en la medida que le era posible.
Pero era imposible, cada vez que me embestía lo deseaba con más fuerza, no podía frenarme. Al final fui yo mismo quien marcó el ritmo de nuestras caderas que se movían frenéticas en un compás perfecto.
Una tras otra notaba como su miembro entraba y salía de mí descontrolada y frenéticamente. Si no hubiésemos estado en mi habitación aquello hubiese sido aún más salvaje.
No sé cuánto tiempo más estuvimos o si realmente fue mucho o poco, para mí el tiempo se había detenido en un estado de placer infinito en el que deseaba permanecer por siempre. Pero todo tiene un fin. Un último movimiento hizo que los dos alcanzásemos el éxtasis casi al mismo tiempo dejándonos agotados sobre la cama.

Después de aquello no recuerdo gran cosa, me sentía pegajoso y sucio, pero plenamente satisfecho. Me quedé en la cama semi inconsciente, Castiel salió un momento y volvió con una toalla húmeda pero en cuanto volvió a envolverme con sus brazos no pude evitar caer en un profundo sueño.

----

Estaba a punto de amanecer, los primeros rayos de sol se asomaban por la ventana iniciando el nuevo día.
Me estiré agradeciendo lo bien que había podido dormir a Morfeo y me volví a dejar caer en la cama totalmente relajado. El día empezaba de maravilla.
O no.

Nada más abrir los ojos me vi a Castiel desnudo frente a mí durmiendo con la boca entreabierta mientras babeaba MI almohada. Después era yo...
Le hubiese sacado una foto si no hubiese sido porque nada más girarme para coger el móvil vi que el despertador marcaba las 7:30. ¿¡Cómo coño no me había enterado del despertador!?
Palidecí a tal velocidad que no pude ni levantarme de lo mareado que me encontraba. La angustia escalaba por mi columna consumiéndome poco a poco. Que no nos hubiesen pillado era un auténtico milagro.
Durante mi trance alguien llamó a la puerta.
                   
"Estoy muerto".

Mi cuerpo se quedó paralizado por el miedo. Tragué saliva dificultosamente sin saber que hacer hasta que aquellos infernales golpes volvieron a sonar con más fuerza que antes. Me incorporé en una milésima de segundo y grité "ya voy" implorando que cesase.
Me puse lo primero que pillé limpio y arrastré a Castiel medio dormido dentro del armario. El pobre se quedó perplejo cuando se vio sentado de mala manera entre las repisas de mi armario mientras yo le decía que se quedara en silencio sin hacer ni un ruido y cerraba la puerta con llave.
Cogí la ropa que me faltaba y salí lo mas rápido que pude tropezándome varias veces con los muebles y con mis propios pies. Ya no había nadie tras la puerta así que baje corriendo las escaleras tratando de no matarme por ella mientras acababa de ponerme lo que me faltaba de vestir.

Mis padres estaban en la cocina terminando de desayunar , mi hermana al parecer ya había salido.
-¿Se te han pegado las sabanas? - preguntó madre con una sonrisa vacía que la hacía parecer una muñeca de cuerda.

Asentí abochornado recordando lo que había estado haciendo realmente la noche anterior y me serví un café en mi taza de gatitos. Aún no me podía explicar cómo no se habían percatado de todo, no es que fuésemos muy ruidosos pero algún que otro golpe sí que se nos escapó.
Intenté hacer tiempo hasta que se fuesen y pudiese sacar a Castiel del armario. Que gracioso resultaba decir aquello "Sacar a Castiel del armario". Me empecé a reír disimuladamente mientras bebía, me iba a matar si se enteraba. Pero era cierto, si yo era.... gay (joder, que difícil era decirlo) entonces él también ¿no?

-Necesito que envíes esto por correo certificado antes de entrar en el instituto - dijo mi padre sacándome de mis pensamientos - Nos tenemos que ir ya así que te dejamos en la calle del instituto con el coche y te acercas en un momento a la oficina que está enfrente.
"Oh mierda" pensé sin saber que excusa poner. El café se había quedado en mi garganta incapaz de bajar.
Daba igual lo que dijese, cuando mi padre decía "ya" era "ya", no dos segundo más tarde.

Mi madre me tendió en la maleta que como soy tan previsor había dejado preparada la noche anterior en el perchero de la entrada para cogerla nada más salir y me indicó que saliese para evitar que mi padre se enfadase.

Perfecto. Estaba  en el coche con mis padres pensando como cojones iba a sacar a Castiel. A menos que faltase  a primera hora no había manera.
Pero la suerte no estaba conmigo, y mucho menos con Castiel. Nada más salir de la oficina de correos me encontré con la directora de frente que me obligó a entrar pisoteando todos mis planes de salvar a mi pelirrojo.

Tres horas pasaron hasta el recreo donde podría escaparme para retomar mi plan de huida.
Ojala. A punto de salir estaba cuando el profesor Boris nos interceptó al profesor Farrés y a mí para ayudar en el gimnasio con el nuevo material. Me tuve que encargar de todas las facturas y luego cargar las putas colchonetas hasta el cuarto de materiales no se para que, porque luego no las usábamos nunca. Aunque mirándoles bien se me ocurrieron un par de usos que podríais darle Castiel y yo. Seguro que estaba más que de acuerdo.  

Al final pasó la jornada entera y yo aún no había vuelto a casa. Más de seis horas llevaba el otro en el armario.
Definitivamente me iba matar.

Di gracias a que no hubiese nadie en casa para cuando estuve de vuelta porque si no hubiese sido un espectáculo. La verdad es que no sabía que cuando abriese la puerta, podría disculparme de mil maneras pero ninguna sería suficiente. Tampoco me hizo falta pues la escena que me encontré me arrancó todas las palabras de la garganta dejándome en tal estado de shock que tarde varios minutos en reaccionar.
Castiel se había acomodado sobre mi ropa limpia con todos mis pantalones descolgados que servían como cojines,  ¡ah! Y completamente desnudo por supuesto.

Pero aparte de eso lo más ... ¿cómo podría decirlo?, ¿grotesco? ¿bizarro?... ¿surrealista?
Fue verme a mí pelirrojo sosteniendo una de mis camisas cerca de su nariz oliéndola mientras su otra mano masturbaba su pene con una de mis corbatas azul marina alrededor de este.
Un poco más tarde veía como mi hermosa corbata era cruelmente manchada en aquel sucio gesto a manos de aquel salido de mierda que tenía como novio.

No podía pensar en nada con claridad, por una parte estaba demasiado sorprendido como para reaccionar y por otra parte aquella escena me resultaba tan caliente que pronto empezaría a sentir la necesidad de quitarme los pantalones.
Al terminar me miró con una extraña mirada vengativa y me arrojó la ropa con la que se había tocado (y corrido) sobre mi cara.
Me quedé quieto a pesar de las nauseas  que sentí en aquel instante.

El aprovechó mi ausencia mental para vestirse y salir dando un portazo. No pude detenerlo, ¿qué le iba a decir? Sobretodo después de lo que acababa de ver...
Cuando volví a ser consciente me retiré las prendas de la cara con cuidado incapaz de limpiarme del asco que me daba. Quería matarlo, estrangularlo pero tenía que reconocer que el 65% de la culpa era mía.

Finalmente tuve que reconocerlo y acabé en el baño para limpiarme la maravillosa y cariñosa corrida que me había lanzado mi cortés novio a la cara y para enfriar un poco mis partes bajas que aún no podían olvidar aquella escena tan orgásmica que había tenido la "suerte" de ver.

Ahora, a ver quien aguantaba al caballero el día siguiente.


lunes, 22 de julio de 2013

Capítulo 19 ~ Un cambio nunca viene mal ~



Brrruuuuu!! 3 semanitas no ha si tanto ¿No? :3 Además dentro de poco me tocan viajes de... pues 7 u 8 horas en tren...¡A Valencia! >///< Las usaré para escribir ; D
P.D.: os dejo abajo un par de cosillas para que le echeis un vistazito ^^

------------
Primero dimos una vuelta por el centro comercial y tras criticar todas y cada uno de los escaparates decidieron ir a la tienda de Leigh. Lo que nunca comprenderé es porque no fuimos desde el principio.
Nacu fue quien lo propuso primero, le encantaba ir allí cuando tenía un hueco libre. Era sorprendente como en apenas unos días después de que llegase a la ciudad, se había hecho tan cercana a los hermanos victorianos. Algo que la gente no consigue ni en años.
Es cierto que a veces parecía que la morena los trataba como si se tratasen de sus mascotas, pero los apreciaba muchísimo... Creo que a mí solo me trataba como una mascota.
Alexy por su parte estaba contrariado, tenía unas ganas locas de ver a su amor platónico, pero no sabía cómo enfrentarse a él después de lo ocurrido con Lysandro en la sala de estudio.
"Le daba apuro" decía "¿Y si parece Lysandro?"
Quedaban tan solo dos horas para la "cita" con Castiel.

--

Nada más llegar nos topamos con Rosalya que, por una endiablada casualidad, también iba hacia la tienda.
"Perfecto, otra loca salida más" pensé mientras me resignaba con una par de suspiros cansados.

- Vaya chicos, ¿tarde de compras? - nos saludó la albina cordialmente - ¡Qué bien! Justo ahora empieza mi turno así que podré ayudaros - que no os engañen sus palabras. Lo que esta tía quería decir era; "así os podré usar de maniquíes para entretenerme". Más o menos.
Cuando entramos Leigh  nos dedicó una gentil sonrisa desde el mostrador y dejó de garabatear sobre un ostentoso cuaderno que tenía para venir a recibirnos. A Alexy parecían brillarle los ojos, ni siquiera se molestaba en disimular que lo estaba mirando de arriba abajo. Preferí dejarlo en su mundo un rato para que no me molestase demasiado.

- Oye Leigh mi amor dime, ¿qué opinas de esto? - dijo Nacu tirando de mi camisa como si estuviese cubierta de mierda.
- Qué yo no he vendido eso - respondió este frotándose la frente algo agobiado.
Estaba claro que yo era el blanco, mi ropa tampoco era tan fea, ¿no?
- Muy mal Nath, ¿cómo espera ligar así? - intervino Rosalya, me entraron ganas de decirle algo como "Pues ya lo he hecho pedazo de zorra" pero me callé. Si dijera todo lo que pensaba la liaría seguro. - hoy no vas a salir de aquí hasta que no esté todo tu armario renovado, ¡ropa interior incluida!
"¿¡Pero qué!?" Di un paso atrás nada mas oírlo, había pensado en salir corriendo de allí pero choqué de espaldas contra Alexy que tapaba mi huida "¡Mierda!".
- En serio tía, tienes un problema con la ropa interior ¿lo sabes? - le dijo Nacu sacudiendo ligeramente la cabeza. Estaba completamente de acuerdo con ella, por una vez.
- La ropa interior es muy importante, imagina que estas con tu novio empezáis a quitaros la ropa y ¡ala! ropa interior de abuela llena de agujeros. Por favor no. - replicó la albina muy convencida de lo que decía. En cierto modo tenía razón, lo que no era lógico es que se preocupase ella por la ropa interior de todo el mundo, ahí estaba el problema. - Y te recuerdo que tengo pendiente la tuya - continuó mirando a Nacu.
- ¿¡What!? Ni de coña, lo que me faltaba - respondió instantáneamente la morena con cara de asco - además la mía está perfecta. Pregúntale a Lys o a Leigh.

Y dicho esto, todos nos quedamos con los ojos abiertos como platos mirándolos a los dos.
-Si lo dices así haces que parezca otra cosa - intervino finalmente el moreno victoriano rompiendo el silencio - tan solo os ayudamos a Sunset y a ti a elegir unos conjuntos. Además porque nos preguntasteis vosotras - Leigh hablaba de una forma sosegada y tranquila que hacía que todo pareciese más natural de lo que realmente era.
- Pues estabais ambos muy puestos en el tema - le replicó Nacu con una mirada sugerente.
-Claro, al fin y al cabo soy yo quien los ha diseñado. - respondió el moreno casi riéndose - además la conversación se alargó porque me estabas echando la bronca de que solo tenía tallas pequeñas y con relleno.
- ¡Joder! Es que es cierto. Me dio coraje, me gustaban todos pero eran pequeños - Nacu estaba malhumorada, parecía ser un tema sensible para ella.
- Es lo que mis clientes compran, no es mi culpa. - dijo Leigh con condescendencia. De hecho me parecía que el también estaba molesto con eso.
- En Francia las tías están planas - refunfuñó la morena, aunque yo creo que el problema no era de un país ENTERO sino de ella, pero bueno...

Nos quedamos de nuevo en silencio, yo me había mantenido al margen y no tenía intención ninguna de volver a ser el centro de atención.
De repente, los tres empezaron a reírse escandalosamente con una alegría y vivacidad inimaginable teniendo en cuenta quienes eran los que se estaban riendo. Yo me había quedado perplejo. No entendía nada.
Entretanto Alexy se había perdido en su propio mundo escuchando la armoniosa risa de su ángel oscuro que lo había hechizado por completo. Tuve que chasquear un par de veces los dedos delante de su cara para que volviese en sí.
Con menudo cuarteto me había juntado.
Afortunadamente, perdón, "desafortunadamente" el querido ángel del peliazul recibió una llamada que le hizo abandonar de inmediato la tienda dejando al gemelo hundido en la depresión entre montañas de ropa.
Tan solo dijo "Era Lysandro, voy a encontrarle" y salió corriendo por la puerta como una sombre que huye  de la luz.
Pero las depresiones de Alexy no son algo de lo que deba preocuparse nadie, tan solo tienes que zarandear un par de camisetas escandalosas delante suyo y vuelve en sí.

----

Para ser sincero, delante de tanta ropa y de tantas posibles combinaciones veía como mi ropa no eran más que unos harapos mal escogidos. Al fin y al cabo ni siquiera la había elegido yo. Mi ropa era como un uniforme, un uniforme que demostraba que había dejado de ser un "adolescente conflictivo" o un delincuente según mi padre.
La corbata era la única completamente mía. Y ante el reciente índice de pérdidas de la misma me había planteado guardar alguna como recuerdo. Además seguro que los tres bichos estos me hacían quitármela.
En una de las ocasiones en las que estábamos mirando camisetas encontré una que me parecía divertida, era una camiseta blanca con el dibujo de una corbata en tonos celestes, simple pero bonita. A Rosalya le encantó pero Nacu casi me escupe a la cara y me dijo que ni se me ocurriera acercarme a las estanterías con ropa.
En realidad era ella sola la que decidía, no dejaba que nadie le aconsejase, y si alguien le hacia alguna broma cruel e ignoraba la propuesta. Se lo tomaba demasiado en serio.
Llegó un momento que se superó a sí misma. Jamás había visto tal cantidad de ropa, y mucho menos llevándola una sola persona. La señorita gótica llegó con los brazos llenos hasta tal punto que apenas se le veía la cabeza. Sin miramiento ninguno, me arrojó todo lo que tenía y me empujó dentro de un vestuario.

"Espero que no esté pensando en que me pruebe todo esto" pensé con cierta angustia mientras un calor asfixiante me subía por el cuerpo. No iba a salir de allí jamás.
Pero lo peor no fue eso, sino Alexy que en una de su magnificas ideas no se le ocurrió otra cosa que abrir la cortina de MI probador mientras me cambiaba dejándome en paños menores ante cualquiera que pasase. Además tan tranquilo, que porque tardaba tanto me decía.
Me tapé como buenamente pude e intenté cerrar antes de que la cosa empeorase.

- Nath que lento eres, no vas a llegar a tu cita - me reprendió medio a gritos para que se enterase toda la tienda. Me estaban entrando ganas de estamparle la cara contra la primera estantería de ropa que encontrase. Y encima yo, o sea, ¿de quién era la culpa de que estuviese allí?
-¿¡Tienes una cita!? - gritó sorprendida Rosalya apareciendo de repente de detrás de una pila de ropa. Sus ojos se iluminaron como un faro en mitad de la noche mientras se mordía el labio. "Oh no esa expresión no" pensé aterrorizado, ese gesto no podía ser nada bueno, no para mí al menos. Se quedó unos instantes callada mirándome de arriba abajo hasta que finalmente sus ojos se detuvieron en mi entrepierna.
- Te voy a buscar ropa interior más adecuada - rió, y levantándome el pulgar salió corriendo a la sección "íntima".
Me quería morir. La vergüenza me estaba devorando por dentro. Cerré la cortina sin levantar la mirada del suelo y me apresuré a taparme con lo primero que tenía a mano.
- ¡Hay que ver! Que poco respeto a la intimidad tienen alguno ¿verdad? - me preguntó una voz ofendida desde arriba.
- Y que lo digas - respondí casi por instinto. Tan pronto como lo hice me di cuenta de que algo no encajaba.

"Yo no he dicho eso..."

Ya decía yo que me faltaba una loca psicópata. ¿Quién iba a ser sino? Pues Nacu, apoyada sobre una de las paredes de mi probador con la cabeza ligeramente ladeada y su oscura melena cayendo libremente por sus hombros y su rostro.
Parecía un maldito fantasma.
Cogí unas cuantas cosas y se las lancé para que se quitase de ahí arriba. Esta ya era el colmo de a poca vergüenza.

---

Después de probarme ochenta mil prendas y de probar miles de conjuntos, el "consejo de sabios" decidió reunirse para decidir con que debía quedarme. Sin contar con mi opinión, eso estaba claro.
Alexy defendía el uso de colores chillones y ropa informal, vamos, que defendía su propio estilo. Afortunadamente las otras dos se negaron en rotundo.

Justo en aquel momento, llegaron Sunset y Will con el pelo alborotado y la ropa toda fuera de su sitio. Conociéndolos, di por hecho que querían dejar claro que lo habían hecho en algún lugar del instituto cuando nos abandonaron. En una situación normal me pondría a criticarlos y a decirles mil cosas sobre la decencia pero teniendo en cuenta que yo casi estuve a punto de ello me tuve que morder la lengua.

-¿Qué? ¿Nos hemos equivocado de ropa o algo? – dijo Will al ver que todo el mundo los miraba estupefactos, menos Nacu que los ignoraba.
La parejita feliz seguía mirándose para buscar donde estaba el problema. Pero por lo que estábamos sorprendidos era porque Will acababa de hablar en francés perfectamente. Se suponía que NO sabía francés o que sabía muy poco, no que fuese bilingüe joder.
Ahora más que nunca deseaba que no nos hubiese escuchado a Alexy y a mí en la sala de estudio, que vergüenza. Por eso estaba tan molesto…
-No creo que mi ropa te quepa – le dijo Sunset a su novio con una vocecita inocente y mona que jamás dirías que es ella.
- Calla tonta – le respondió Will apoyando su brazo en la cabeza de su novia y mirando hacia otro lado.
Estos dos eran un caso perdido. Decidí no prestarles más atención antes de que yo mismo acabase mal de la cabeza o algo.

Ahora eran Nacu y Sunset las que se encargaban de mi ropa mientras por un lado Alexy buscaba complementos y Rosalya la ropa interior. Will... Will se limitó a sentarse en uno de los sillones del fondo y se puso a juguetear con el móvil ignorando a todo el mundo.
Y al final, consiguieron ponerse todos de acuerdo.

He de admitir que el conjunto no estaba mal, no era demasiado llamativo ni aburrido. Tan solo un par de detalles para que no estuviese tampoco muy cargado.
No me lo podía creer, me había gustado.

Por arriba llevaba una camisa de lino blanca más caída que las que solía llevar normalmente y una chaquetita de punto azul marina con los puños que simulaban los guantes sin dedos de los dibujantes de comics. Por abajo, unos pantalones vaqueros algo ajustados pero que no llegaban a ser pitillos que se metían por dentro de unos botines, tenis o como sea que se llamen esas cosas. Estos últimos, de una mezcla de marrón-beige.
Además, y esto no sé porque lo cuento, mi ropa interior era también azul, eran unos bóxer con un borde negro de motivos victorianos, en la pierna derecha una gran "L" gótica y en la izquierda unos cordones entrelazados que no sé muy bien porque estaban ahí.
Ya solo quedaba la bandolera, si, a esta sí que la llamaban bandolera. Marrón-beige como los botines.
Tan solo quedaban quince minutos para encontrarme con Castiel y aún no sabía ni dónde. Quería llamarlo o escribirle un mensaje pero no con todo el mundo mirando, necesitaba encontrar un momento de intimidad.

- Oye Nath, date prisa que no vas a llegar - lloriqueo Alexy sorprendentemente más preocupado que yo.
- Eso Nath, que el parque de Dyadres no está tan cerca - me advirtió Nacu  aún sabiendo que nada estaba cerca para ella.

Pero de nuevo, algo no encajaba.

Me giré lentamente y los miré sumamente aterrado, "No me digas que..."
Busqué entre mi ropa, en los bolsillos, en el bols- (¡Mierda!) la bandolera...
Nada, mi móvil no estaba.
Me lo habían "robado" y no solo eso. Cuando conseguí recuperar mi teléfono de las manos del peliazul descubrí un mensaje "mío" en la bandeja de salida para Castiel. Literalmente ponía;

"Castiel de mis amores, con tu pelo rojo plastidecor, necesito que nos veamos, guiño guiño, y lo necesito ya, más concretamente a las 7. Te estaré esperando con los brazos (y otras cosas) abiertos en el Dryades. Si no vienes me partirás el corazón (y no otras cosas)

8=========== D (es un pene, duh)

Te quiere, tu gata rubia y sexy.

<3"

Poco a poco la sangre dejaba de circular por mi cerebro. Sentía como si algo se me hubiese roto por dentro y hubiese dejado de funcionar.

"Matadme por favor" pensaba una y otra vez.

¡Pero qué hijos de la gran p*** era! No me quería ni imaginar lo que había pensado Castiel al verlo, tan solo esperaba que adivinase que eso obviamente no era mío. Semejante burrada sonaba a cierta señorita que disfrutaba tocándome la moral, era cosa de Sunset seguro. Además cuando la miré se escondió detrás de Will sonriendo como una inocente niña pequeña que acababa de hacer una travesura. Eso, escóndete, mala zorra.

Estaba enfadado, y mucho, bueno no. Más bien era uno de esos enfados momentáneos que te hacen tener ganas de matar a alguien pero que se termina pasando. Un premio a la paciencia deberían darme sin duda.
Pero a pesar de todo ni siquiera podía llegar a molestarme demasiado, no si justo unos segundos antes de salir viene todos hacia a mí y Nacu, quien se adelantó, me dice;

"No eres tú sin corbata".

Me anudó cuidadosamente una pequeña corbata azul claro más finas que las que solía vestir, dejándola ligeramente caída para conjugar con la informalidad del conjunto.
Todo el cabreo se esfumó de golpe, no sabía que decir. Sé que era un detalle estúpido pero, demostraba que me conocían, que sabían lo que me gustaba. Que tenían cierto interés en mí. Era algo que no estaba acostumbrado a sentir.

Fue un momento mue especial pese a que segundos más tarde se lo cargaron, como siempre.
- Qué bien, ahora cas podrá atarte como a una perra cuando te... - musitó Sunset con su simpatía y decencia habitual que ya conocéis. ¿Para qué acabar las cosas bien? No por favor, destruyamos los momentos bonitos.
- ¡Cállate! Que no se había dado cuenta - le interrumpió Nacu indicándole con el dedo delante de sus labios que se callase.
La cabeza me empezaba a dar vueltas de nuevo, no sabía dónde meterme. Que Sunset me soltase una ordinariez era vergonzoso e incomodo, pero que lo hiciese delante de todo el mundo era una pesadilla. Algún día tendría que devolvérselas, aunque no sabía cómo.
Salí de allí intentando ignorarlos todo lo que me era posible, lo que era bastante complicado teniendo en cuenta lo escandalosos que eran.
- ¡Te folle! - Concluyó Sunset justo antes de que saliese para darme el golpe de gracia.

---

Podría haber llegado al parque con tiempo de sobra, pero no pude evitar quedarme en la entrada dudando. ¿Qué iba a decirle cuando lo viese? ¿Querría hablar de algo más?
La curiosidad y el miedo se enfrentaban dentro de mi cuerpo por ver quién tenía más fuerza.
Por supuesto Castiel ya estaba dentro. Parecía ser puntual solo cuando quedaba conmigo lo cual, me encantaba, pero aquella vez hubiese preferido que llegase tarde.
Nada más verme puso una extraña expresión de sorpresa que no supe identificar si positiva o negativa. Al final una ligera sonrisa sarcástica se escapó de entre sus labios mientras sus dientes se deslizaban por estos lentamente.
"No Nathaniel, no sucumbas" me repetía a mi mismo varias veces.

-¿De qué te han vestido? - me preguntó con curiosidad. No había dejado de mirarme de arriba a abajo desde que había llegado.
- ¿No te gusta? - pregunté molesto, no solo estaba despreciando mi ropa (que hasta a mí me gustaba) sino que había dado por hecho que yo no era capaz de escoger algo así. ¿Con tan poco gusto me consideraba?
No era yo el que se teñía el pelo de rojo chillón y después se ponía una camiseta también roja para que se matasen.
- Yo no he dicho eso - dijo cruzándose de brazos con ese tono suyo de "¡déjame en paz!” que tanto le caracterizaba.
Bien empezábamos.
- ¿No tienes que decirme nada? - le exigí, más le valía disculparse porque sino ni la cita no la conversación tenían mucho futuro.
- ¿El qué? - me replicó evadiendo mi pregunta. Me estaba empezando a poner de los nervios.
- ¿No te arrepientes de nada? – le grite perdiendo por completo los papeles. No me lo podía creer, ¿ni un solo remordimiento?
-¿¡Yo!? - inquirió indignado, esto ya era lo que me faltaba.

Estaba a punto de irme, de dar media vuelta y mandarlo todo a la mierda. No pude, no podía hacer nada. No quería…  no quería que todo acabase.
-Nath… - lo miré de nuevo pero esta vez, había algo dentro de mí que me aterrorizaba. Un sudor frio caía por mi espalda,  me costaba tragar y mi respiración se había acelerado. – oye que….
- Lo siento – le interrumpí repentinamente, no sabía muy bien porque pero lo hice – lo siento yo… lo siento… - mi voz se apagaba poco a poco como un susurro arrastrado por el viento hasta que al final solo yo sabía que lo estaba diciendo.
Mi mente estaba siendo asaltada por miles de recuerdos desordenados y sin sentido. La mayoría eran de mi padre, sus ojos se clavaban en mi cerebro con una navaja a sangre fría. Su insensible y inquebrantable mirada jamás podría desaparecer de mi cabeza, me perseguiría por siempre recordándome una y otra vez lo mucho que me odiaba.

-¡Nath! – los gritos nerviosos de Castiel consiguieron sacarme de mi trance. Lo mire directamente a los ojos como si acabase de despertar de un sueño y no supiese donde estaba. Hasta entonces no me había dado cuenta de que mi de que mi cuerpo estaba temblando.
- Nath estas llorando, ¿¡Qué cojones…!? – pero no terminó, tan solo me envolvió con sus brazos dejándome descansar sobre su hombro. No sabía que estaba llorando, durante unos instantes no fui consciente de lo que pasaba, solo podía pedir perdón.
Las manos de Castiel me aprisionaron más fuerte por la espalda, no quería que me soltase, quería quedarme así todo lo que fuese posible.

-No todo es culpa tuya, tienes que empezar a verlo. Hablo en serio, - me dio un empujón hacia atrás y me obligó a mirarle cara a cara – tu padre te ha estado comiendo la cabeza y tú lo sabes mejor que nadie. Esto no puede seguir así.
Muchos dicen que es la verdad lo que duele, pero yo no lo veo así. La verdad no duele, lo que duele es que otros sean los que te hagan verla. Durante mucho tiempo había vivido con la idea de que todo lo que ocurriese era por mi culpa, que estas estarían mejor sin mí, que sería mejor que yo ni existiese.
Pero este año, después de mucho tiempo, pude volver a sentir lo que era ser feliz. Tenía buenos amigos aunque me quejase de ellos y lo más importante, lo tenía a “él”.
Intenté despejarme y tranquilizarme un poco antes de hablar. Tenía que recuperar la compostura.

-Estoy bien, tranquilo, siento…
- Ni lo siento ni ostias, ni una disculpa más. Esto ya no tiene que ver con lo de esta mañana – tenía razón, esto iba mucho más allá pero para ser sincero, no me encontraba con fuerzas para abordar ese tema en aquel momento.
- Dejémoslo por ahora, creo que por hoy ha sido suficiente – le respondí sosegadamente, sabía que tarde o temprano me tendría que enfrentar a ello, pero prefería tarde.
- De acuerdo, pero eso sí, la próxima vez que te enfades conmigo por estar tocándonos en el instituto intenta no ser tú el que lo ha empezado todo ¿ok? – me reprochó con una sonrisa incriminatoria intentando cambiar de tema. Tenía razón, fui yo el que empezó pero…
- Eso no quita que deberías haber parado – declaré en mi defensa.
- Claro, nos detenemos y salimos de allí con una erección  entre las piernas, como no se nota… ¿Porqué no se me había ocurrido? – ahí me había pillado. Castiel me observaba con el ceño ligeramente fruncido y cruzad de brazos. No es que le diese toda la razón pero, en gran parte la tenía.
- Vale, nada de hacer cosas parecidas en el instituto – concluí mientras negaba con la cabeza. Así evitaríamos problemas. Toda la tensión, se había esfumado. De alguna forma le agradecí que no siguiese indagando en el otro tema. Lo mejor en aquel momento era dejarlo correr.
- No, nada de hacerlo sin echar el pestillo o en algún lugar que no esté lo suficientemente escondido. – protestó con total sinceridad. Abrí la boca para quejarme pero en realidad no estaba en contra.
- Lo siento – respondí entre risas. No sé porque lo dije, se me escapó.
- Como vuelvas a pedirme perdón te ato al cabecero de la cama y te follo durante toda la noche hasta que pierdas el conocimiento – la convicción con la que dijo aquello llegó a asustarme durante un instante, pero claro, no hablaba en serio… ¿no?
- Aunque – comenzó de nuevo – no estoy seguro de que eso sea un castigo – balbuceó casi para sí mismo.
No pude evitar soltar una carcajada, por lo general me hubiese enfadado me hubiese muerto de la vergüenza pero en aquella ocasión me resultó gracioso.
Además, ya me arrepentiré mas tarde de haber escrito esto, yo tampoco lo veía como un castigo. Aunque prefería ser yo quien lo atase a él.


Nos sentamos tras unos árboles que había al final del parque. Era un sitio tranquilo y algo alejado del camino lo que a nosotros, nos venía de fábula. Ahora que pensaba en ello, siempre que quedábamos íbamos a sitios alejados y teníamos cuidados de no ser vistos. Y sorprendentemente, habíamos tenido suerte.
Estuvimos allí un rato charlando, bueno yo charlando y él escuchándome la verdad. Le contaba la aventura/infierno que había vivido con Alexy y compañía, todas las tonterías que tuve que soportar y todo eso.

-¿Cuándo nos vamos para mi casa? – me interrumpió mi pelirrojo sin venir a cuento. Ya me extrañaba a mí que hubiese estado tan callado. No me estaba haciendo ni puñetero caso.
-Castiel ¿me estabas escuchando? – le pregunté molesto.
-Que sí, me estabas diciendo como la nueva amiga loca esa te estaba arrastrando al mundo del arcoíris gay – me respondió con sarcasmo. Era para matarlo, ¿tenía que recordarle que él era el primero que estaba saliendo con un hombre?
- Ya decía yo que ese mensaje era muy raro – prosiguió ignorando mi cara de pocos amigos. – no sabía si pensar que estabas borracho otra vez o….
Empezó a reírse con malicia recordando algo. Que hijo de… Poco o nada era lo que yo sabía de aquel fatídico día en el que acabé más borracho que una cuba en casa de Castiel pero lo que tenía claro es que no tenía intención alguna de recordar nada. Por mí como si no hubiese ocurrido.
-Bueno al menos han hecho algo bueno – me susurró mientras me tumbaba sobre el césped y se situaba sobre mí – Esta ropa te sienta bien  – musitó suavemente en mi oído.

Algo me sacudió por dentro, un espasmo suave que hizo que me mordiese el labio como una quinceañera a la que le acaba de piropear el chico que le gusta. Me sentía tan estúpido y tan bien al mismo tiempo….
Sus manos recorrían mi piel por debajo de mi ropa lentamente, acariciándola como si fuese algo frágil que no quisiesen romper. Sus labios se mezclaban con los míos en un sutil beso que era de todo menos violento.
Alargué mis brazos y envolví su cuello con ellos atrayéndolo hacia mí. Necesitaba sentirlo más cerca. El ritmo se iba acelerando, sus besos cobraban fuerzas y sus manos se volvían violentas. Su rodilla se adelanto hasta toparse con mi entrepierna y comenzó a presionarla provocándome poco a poco.

Todo parecía ir perfecto hasta que de repente, paró. Se separó de mí bruscamente y tras darme un beso en la frente me dijo “adiós” y salió corriendo.
Así, tal cual. Dejándome anonadado sobre el césped, sin la menor idea de que cojones acababa de ocurrir.
Tardé un buen rato en reaccionar y cuando lo hice un mini ejército de patos se había aglomerado alrededor mía. ¿Por qué me ocurrían cosas tan bizarras? Por un momento pensé que estaba soñando o algo porque aquello no era normal. Mi mente seguía bloqueada, no respondía hasta que el móvil consiguió que volviese a funcionar.

Acababa de recibir un mensaje de Castiel.
“Querida gata rubia y sexy,

No puedo darte todos los caprichos.

Pd: aprende a quedarte con las ganas tu también.”

Me cagué en todos sus muertos mientras apretaba el móvil con fuerza, la próxima vez que lo viese se iba a enterar.

--------------------

*Notas de la autora; El parque Dryades existe de verdad, como dije he ambientado la historia en una ciudad llamada La Baule, en Francia. Y por ello debo recordaros que tanto yo, Nacu, como Sunset y Will somos estudiantes de intercambio que venimos de España pero eso ya se verá con más detalle en un futuro :3


Mini-cuestionario

Un par de preguntas en base al fic ^^ Me gustaría que me respondieseis para ver por donde tiran mas vuestros gustos y tal :3
Si no comentas no lo podré adivinar!


a.) ¿Entre Nina y Rosalya cual dirias que te cae mejor o peor?
b.) ¿El próxima cap prefieres que sea de Nath, de Leigh o algo nuevo?
c.) Tengo curiosidad por saber que pensáis ahora de Nath después de saber que hay algo que falla en su cabeza. ¿Alguna hipótesis? :3

P.D.: Esto no es nada conclusivo xD
P.D.2: Os animo a que le echeis un vistazo a los fanarts del mensaje anterior!! >///< ainsh, son una monada, os amo!!
Con la tecnología de Blogger.