domingo, 11 de noviembre de 2012

Capítulo 14 ~Visita sorpresa~

 ¡No he muerto! ¡NOOO! >= D He vuelto con este nuevo cap muyyyy largo >o< *-*
Siento haberme demoraro por aquí pero aún tenia que terminar la escena >o< así que.... ¡¡YA ESTA LA ESCENA SIN CENSURA!! */////////*
P.D.: Seguramente el próxima cap será un cambio en cuanto a parejas quiero decir ; D a ver si vemos ya la historia de Lysandro ¬////¬ no?

IMP; debo decir que todas las ocurrencias y locuras de este cap son ideas de Sunset, en cierto modo el cap esta dedicado a ella... Esto para ti Sunset; I miss you U////U(Es que ya no la tengo en clase vale! ;___; jo..)

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Capítulo 14


-¡Sal de aquí! – grité, histérico y sonrojado – Te lo digo en serio, ni se te ocurra…
-¿Que más te da? – Castiel se acercaba a mí lentamente, caminaba despreocupado como si aquello fuese los más normal del mundo – Ya te he visto desnudo.
- Sí, pero no con luz. Así que... ¡Fuera! – cerré la mampara de cristal de la ducha con toda mis fuerzas, intentando evitar que entrase. En realidad, incluso así podía verme perfectamente. Claro que no era ese el motivo de mi vergüenza, sino el estar junto a él en un espacio tan pequeño (bueno, el señorito tenía una señora ducha…). Desnudos… Mojados… “Mierda…”

Desafortunadamente, con jabón en las manos es realmente difícil hacer fuerza en nada, y por culpa de mis resbaladizos dedos, acabó entrando. Me alejé de él todo lo que pude y traté de ignorarlo. De no mirarlo, vamos.


Joder, era tan difícil.
No, en serio, creo que cualquier persona, por muy recatada que fuera, no podría evitar mirarlo. Él, por supuesto, con el escaso pudor que tenía no dejaba de mirarme fijamente… Y no siempre a la cara.

-Ven – me agarró repentinamente por la cintura, pegando mi cuerpo al suyo, llenos de espuma - ¿Quieres que te enjabone?
-No, gracias. Tus métodos me resultan demasiados sospechosos. – por eso no quería que entrase, que se acercara… Porque no podría evitar desearlo de nuevo.
-¿No me dejas? Sabes, me apuesto lo que sea a que ahora mismo el que tiene más cosas salidas en la cabeza eres tú (se te ve en la cara) – sus ojos me desafiaban con malicia. Cuánta razón tenía y que poca intención tenía yo de reconocerlo.
-No soy como tú – respondí ocultando el rostro.
-No, tienes razón. Eres peor. Siempre lo has sido.

Lo que más odiaba de Castiel era que siempre tenía razón, era como una puñalada a mi hipócrita orgullo.

– Venga, no me digas que no sientes nada estando los dos aquí… Solos… Desnudos...
-No – eso era difícil de creer hasta para mí.
-Mentira, hace unos segundos me estabas mirando la polla.
“La madre que lo pa…”
¿¡Pero cómo podía soltarme eso de repente!? Vale, a ver; es cierto que había pensado cosas… Muchas… Contra la mampara…
“¡AH! JODER!”
Mierda, yo antes no era así…
-¡¡Castiel!!- grité alterado - ¡Eso es mentira!
Bueno, no. Pero joder, qué burro era.

Desvié la mirada abochornado, enfadado, furioso. Tenía mil cosas en la cabeza y todas terminaban en meterle un jabón por la boca al zopenco pelirrojo. Mientras, el señorito se descojonaba a gusto apoyado en la mampara. Al menos ya me había soltado.
Ignorando su estrepitosa risa, cogí el primer jabón que tuve más a mano y comencé a enjabonarme. Aun seguía sintiendo vergüenza, pero mi irritación era mayor sin lugar a dudas.

Ensimismado, observé con detalle el baño en tonos blancos y negros en el que me encontraba. Si dijese que era tan grande como mi habitación hubiese sido quedarme corto.
“Al lado”, y digo esto porque hasta el lugar había un tramo, se encontraba el retrete oculto tras un elegante biombo moderno el cual, seguro, tuvo que ponerlo en su día la madre de Castiel o su padre. Frente a la ducha estaba el lavabo. Enorme. Sublime. Desproporcionado.
La cantidad de potingues y cremas que albergaba era increíble. Al principio pensé que, nuevamente, serían de su madre; pero al fijarme con más detalle descubrí que se trataban de miles de productos para cabellos teñidos. En concreto, para los tintes rojos.
No pude evitar soltar una risita cruel. ¿Castiel con potingues? Esto sí que era una noticia.

-Cuidado- los brazos de Castiel volvieron a envolverme, pero esta vez desde la espalda. Apoyó su rostro en mi cuello y acercó sus labios a mi oído lentamente - No te vayas a atragantar con tanto jabón. – sus manos descendieron lentamente por mis brazos, acariciando mi resbaladiza piel. Sin encontrar resistencia, me arrebató el bote de las manos y lo devolvieron a la repisa con el resto de los geles.
- Como te vas a quedar aquí a vivir podremos hacer esto todos los días – me susurró dulcemente. Pero aquellas palabras tan hermosas difícilmente podían ser reales. No todos los deseos podían cumplirse; y este era uno. Su mano se dirigió ahora hacia mi vientre y descendió de nuevo peligrosamente.
-Castiel… - me revolví inquieto para soltarme, consiguiendo únicamente que me abrazase con más fuerza.
- Si vas a vivir aquí tendremos que ahorrar agua – dicho esto, giró el grifo provocando que una gran cantidad de agua caliente se precipitase sobre nuestros cuerpos mojándolos por completo.
- ¿Desde cuándo te preocupa el medio ambiente? – inquirí con tono burlón pero con cierta nostalgia al mismo tiempo. Aquella escena, aquel instante, aquellos segundos eran tan maravillosos que ni parecían reales - No me puedo quedar, lo sabes.
- Sí puedes, pero tienes miedo. – Una puñalada certera atravesó mi pecho al escuchar tales palabras. Cuan dolorosa podía ser la verdad en boca ajena, sobre todo si era en la de alguien amado.
-Puede… - agaché la cabeza humillado por mi propio miedo. Él tenía razón, solo había una cosa a la que le tenía miedo; y era la que controlaba mi vida a su antojo.
-”No me tengas miedo, Bella... yo solo intento protegerte...”- Castiel me buscó con sus labios, recorrió mi cuello hasta mi rostro, esperando una respuesta de los míos. Me dejé llevar; mi cuerpo se giró solo y mi boca buscó inocentemente la suya.
-Si ya – susurré sin separar demasiado mi rostro del suyo. Mis ojos estaban fijos en los suyos, observando mi patético reflejo en ellos. Cada vez era más difícil resistirse a él, más aún cuando yo mismo lo quería- Deja de tomar yogurts caducados, te están volviendo blando.
-¿Blando? ¿Estás seguro?- Una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro. No, no era ceder ni aceptar, sino desear.

---- Censored

Alcé los brazos lentamente y con ellos envolví su cuello juntando nuestro cuerpos. En aquel momento, mientras el agua caía sobre nuestra piel, todo parecía haber desaparecido. Cada vez que estaba con él, cada vez que mis labios se fundían con los suyos era como si el mundo hubiese desaparecido, como si solo estuviéramos nosotros en el Olímpo ignorando el mundo humano.
Pero el cielo siempre se quedaba corto ¿quién quiere un paraíso sin placeres terrenales?

Las manos de Castiel acariciaban mi cuerpo mientras me besaba. En agua se penetraba furtivamente en nuestras bocas cada vez que separábamos lo más mínimo los labios.
Nuestros ojos se miraban desafiantes, hambrientos. Me relamí los labios y una extraña sonrisa se dibujó en mi rostro. ¿Por que estaba tan impaciente? Me reí para mis adentros de lo sincero que se podía llegar a mostrar mi cuerpo.
Sin que se lo esperase, empujé al pelirrojo contra una de las paredes de la mampara y mordisqueé su cuello como el me hacía tantas veces. Bajé mis manos por su torso disfrutando de su piel hasta su entrepierna.
Al principio intentó agarrar mis manos pero luego pareció pensárselo mejor y me dejó continuar. Craso error. Estaba decidido a verlo rogar ante mí aunque no sabía muy bien como.

Deslicé mis dedos por su entrepierna subiendo y bajando lentamente. La respiración de Castiel comenzaba a acelerarse, se mordía el labio inferior pero sus ojos, sus ojos estaban mas desafiantes que nunca. Eso... me ponía aún más.
Finalmente, tomé su miembro entre mis manos y empecé a masturbarlo. Por fin mi pelirrojo comenzó a soltar pequeños gemidos roncos. Me sentí vencedor, tenía su cuerpo a mi merced... o eso creía yo.

Me quedé atónito cuando lo vi reaccionar, agarró mis muñecas con fuerza obligándome a voltearme y empotrando mi cuerpo contra el cristal de la mampara. Castiel se quedó detrás mio sosteniéndome, acariciando mi piel con sus ásperas manos. Podía notar perfectamente como su erección chocaba impaciente contra mi espalda, mis caderas se movían deliberadamente sin que pudiese hacer nada.
Mi cuerpo reaccionaba solo, mi voz gemía abiertamente y el agua aprovechaba para resbalar para humedecer aun más nuestra resbaladiza piel.

El pelirrojo tomó finalmente mi miembro entre sus manos, sus labios se ensancharon con mi torturado cuello y cuando pensé que no podía provocarme más, abrió ligeramente mis piernas con las suyas y su palpitante erección empezó a introducirse en mí. El agua había dejado de parecerme caliente, todo parecía frió en aquel momento.
Apoyé mis manos en la mampara para intentar sostenerme, pero realmente era él quien sujetaba mi inestable cuerpo.
Me embistió una y otra vez violentamente mientras yo me retorcía. De repente levantó mi rostro con una de sus manos obligándolo a mirar al frente.

-¿Puedes ver a tu verdadero yo? - me susurró maliciosamente al oído.
A través del vapor de la ducha, intenté ver lo que se encontraba ante mí.
Mi cuerpo se paralizó momentáneamente perdiéndose a sí mismo, era yo, mi reflejo en una gran espejo justamente en frente.
Hasta ese momento no me di cuenta de cuanto había cambiado mi vida, estaba en casa de Castiel, en su ducha, fundiendo nuestros cuerpos en uno. Giré el rostro avergonzado, ¿ese era yo?
Pero víctima de la curiosidad mis ojos me traicionaban mirando de reojo. Nunca podré olvidar aquellos ojos grisáceos devorándome a través del espejo.

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Me dejé caer sobre el sofá, agotado. En serio, ese chico… Tenía una reserva de “energía” excesiva. Dejé que mis ojos divagaran por el salón sin rumbo concreto.
A un lado estaba la caseta de Demonio y este estaba durmiendo en ella, con el gatito acurrucado a su lado. Cualquiera intentaba quitársela, vaya, te mataba.
Pese a todo, esta situación no se podría prolongar mucho. Castiel había insistido mucho en que me quedase en su casa pero, simplemente, no podía. No haría más que darle problemas y gastos (vale, está forrado, pero bueno).
Cerré los ojos sin intención de dormir. Aunque quisiera no podría hacerlo, y si lo hiciera acabaría teniendo alguna pesadilla o descansando cinco minutos como mucho.

-¿Agotado, señor delegado? ¿Soy demasiado “activo” para ti? – un suave cosquilleo me acarició la frente. Entreabrí los ojos lentamente y solo pude ver el rojo de su cabello. Parecía como si todo ante mí se hubiese impregnado en sangre.
- Joder, ya ¿no? Que duele – Sí, lo admito. Me dolía el culo.
- No pensaba hacerte nada – no sabía si reírme o llorar.

“Nada”. Sí, claro…

- ¿Y por qué tienes tus manos en mi trasero? – Lo empujé con fuerza para que se apartase pero, como era de esperar, no se movió. Ya me estaba cansando de tenerlo encima…
- Podemos meternos mano sin llegar al final – Ambos forcejeamos un poco hasta que acabó por retener mis manos sobre mi cabeza. - Venga, solo un poco.

Sus labios se abalanzaron sobre mí, arrebatándome el aliento. Su legua jugueteaba traviesa en mi boca; lentamente salió de ella y bajó por mi cuello, hasta alcanzar mi torso. Sus ardientes dedos rozaban mi helada piel, haciendo que me derritiese.
Mi entrepierna comenzaba a palpitar y mis caderas se movían con disimulo.
Castiel sonrió, victorioso: se iba a salir con la suya. Presionó aun más su cuerpo contra el mío y comenzó a deshacerse de mi ropa lentamente mientras, yo, absolutamente absorto por sus caricias, era incapaz de negarme más a él.

-¡¿Quieres parar?! – le insté de nuevo a que se apartara, pero esta vez fueron solo palabras lo que pude expresar. Si la cosa seguía ni yo podría controlarme; y mi trasero terminaría pagando las consecuencias.


Un fuerte estruendo me sacó por completo de la situación, haciendo que me sobresaltase. Fue entonces cuando una de las escenas más bochornosas de mi vida tuvo lugar. Yo, con los pantalones medio bajados, la camiseta subida, Castiel encima completamente y con sus manos en zonas censurables (por supuesto, la ropa era suya…). En frente, o más bien desde uno de los laterales del sofá, ya que este quedaba en línea con la puerta, se encontraban Nacu, Sunset y Lysandro, que acababan de entrar no sé cómo cojones y se habían quedado helados. Como yo.
Lo que más me preocupó fue la reacción de Nacu. Rápidamente le tiró de la manga a su amiga y le dio señas para que hiciese algo. Sunset puso los ojos en blanco unos segundos pero, sin que nos diese tiempo a reaccionar al resto, sacó de su maleta una SEÑORA cámara Reflex y se aproximó a nosotros, sacándonos fotos.

Me quedé de piedra.


Después de la escena más vergonzosa de mi patética vida, nos sentamos todos en el sofá como si fuese una tarde normal en el que un grupo de amigo NORMALES (que no lo éramos) estuviese hablando tranquilamente. Claro que yo solo quería matar a Castiel y ni tan siquiera era capaz de levantar la mirada del suelo.

-Toma – Sunset me sacó de mi auto-tortura y me tendió una bolsa de papel, como si se tratase de un paquete. Cuando descubrí su contenido me encontré con un mullido cojín entre mis manos.
- Gracias… - me quedé a cuadros, primero porque Sunset me hubiese regalado nada y después porque no sé… Un cojín no es lo más normal ni venía a cuento. -¿Y esto se puede saber por qué es?
-Para que puedas sentarte en una silla. – ensanchó una diabólica sonrisa y me miró con malicia. Ya decía yo que era muy raro que me regalase nada. (¡Y tampoco me dolía tanto! Solo poco…) - Yo quería comprar uno que tuviera forma de culo, para que tuvieras uno nuevo, pero no había ninguno aquí y Nacu no me ha dejado pedirlo por internet. – Miró con recelo a su amiga, que pasaba olímpicamente de ella, demasiado ocupada revisando las acosadoras fotos que nos habían sacado a traición.

Espera…
¡¿Cómo coño sabían que lo habíamos hecho?! ¡¿Y cómo sabían que yo estaba allí?! Personalmente, no creo que Castiel se lo hubiese contado; lo último que querría es tener su casa llena de gente y, de habérselo contado a Lysandro, este tampoco hubiese dicho nada. Empezaba a preocuparme, y muy en serio, de que siempre se enterasen de todo. Ya me daban incluso miedo.

-¿¡Se puede saber cómo coño habéis entrado!? – el pelirrojo dio un golpe en la mesa, frustrado. Aunque deduje que el que hubiesen entrado de repente no era su mayor preocupación, sino el hecho de que lo hice detenerse (como era lógico, él no, él hubiese seguido)
- Tomé prestadas las llaves de Lysandro – Nacu, la mar de tranquila, sacó de su bolsillo un manojo de llaves enorme con un llavero de un conejito blanco, colgando, y lo movió un poco, haciendo que todas las llaves chocasen entre sí. En ese momento el albino reaccionó, “sorprendido” y se fijó en su llavero.
- ¿Así que las tenias tú? – Preguntó, relajado – Creí que las había perdido.

Ambos se rieron de la escena. Por el contrario, Castiel parecía cada vez más irritado.
De repente, Sunset se puso en pie de un golpe y se puso a gritar mientras se recorría la casa corriendo.
-¿¡¡Dónde está!!? – repetía una y otra vez.
El pelirrojo se levantó, ya a paso de perder los nervios, y la agarró del brazo, obligándola a detenerse. Pero ella era mucho más rápida, en un segundo se le tiró al cuello y lo dejó paralizado. A mí en cambio me hervía la sangre.

-Lo siento ,cariño; hoy no eres el Cas al que estoy buscando – le dijo justamente antes de soltarlo y proseguir su búsqueda. Todos nos quedamos perplejos; bueno, todos menos Nacu, que lentamente se puso en pie y se dirigió a la cesta de Demonio.
-Joder... ¡Callate ya, ruidosa! – aún un poco estupefacto, intentó que nuestra amiga cesase sus ruidosos gritos.
- Si quieres que me calle ven y hazlo – Sunset le contestó ronroneándole como un gatito y luego volvió a ignorarlo. Castiel tenía la cara más desencajada por momentos, no sabía qué hacer ni qué diantres tenían las dos locas en la cabeza.
-¡Cassie! – si los alaridos de antes nos habían destruido los tímpanos, este era digno de destruir ventanas.

Nacu apareció frente a ella con una pequeña bola de pelo negra en las manos y se la tendió con cuidado a su amiga, que la miraba con los ojos brillantes como diamantes. Acto seguido, comenzó a frotar el moflete del pequeño gatito contra el suyo y a achucharlo mil veces.
Animalito…
-¿Cómo lo has llamado? No vas a ser tú quien le ponga el nombre, mongola… - Castiel volvió a sentarse en el sofá junto a mí, apoyando la cabeza en el respaldo, cansado ya de todo el jaleo.
- No es “lo” es “la”, ceporro – miré rápidamente a Sunset con la boca ligeramente abierta. No me había dado cuenta de que era hembra… Tampoco lo había comprobado, la verdad.
“Cassie”. No sé por qué, pero el nombre me resultaba gracioso. Una gatita negra de ojos grisáceos. Me reí un poco cuando pillé el chiste. Desde luego, todo lo que hacían estas dos era igual.


De alguna forma curiosa, Sunset y yo nos quedamos sentados en el sofá mientras los demás preparaban algo de desayunar en la cocina.
El silencio no era incómodo, era asesino. Con esta chica nunca sabía de qué hablar; cuando la conocí con Nacu le pregunté (a causa de sus pintas) si ella también era gótica, y me tiró un montón de flores a la cara.
Me dio tal reacción alérgica que tuve que ir al instituto con gafas de sol y una mascarilla. Después me enteré que su estilo era más punk pero, claro, yo no entendía demasiado bien la diferencia.

-Eres una mala persona... Ya tienes un Cas, ¿que más te da dejarme esta? – me comentó haciendo que abandonase mis amargos recuerdos.
Sunset jugueteaba cariñosamente con la pequeña gatita, sonriendo sinceramente. Ya me lo he planteado muchas veces, pero por egoísmo propio nunca le di la importancia que se merecía.
Ella estaba enamorada de Castiel. Y yo estaba en medio, siempre lo había estado. Debe ser realmente duro ver como la persona que te gusta está con otro.
-¿Tanto te gusta Castiel? – mis ojos estaban clavados en el suelo, avergonzados, incapaz de levantar la mirada.
“Yo estaba en medio…”

-¿Qué? Nah, si era solo por joder, yo estoy prometida. – clavé mis ojos en ella, desconcertado. Por un momento creí que había escuchado mal sus palabras, que eran una mala pasada que me estaban jugando mis oídos. Pero no fue así.
-¿No lo sabías? – preguntó Castiel indiferente desde la cocina.
¿¡Cómo se supone que iba a saber eso!? Y mucho menos después de todo lo que había pasado. Millones de recuerdos acudieron a mi cabeza y comenzaron a taladrarme el cerebro con incontables preguntas.
- Entonces, el beso… - pronuncié casi en susurro.
- Somos muy liberales – dijo rápidamente. Por supuesto, eso no era una excusa que a mí me valiese. La miré, esperando una explicación más elaborada, pero ella no parecía muy por la labor de dármela.
- Tenía algo en la boca y… Estaba deprimido, mi novio me había dado permiso – prosiguió mientras sus ojos divagaban por la habitación como si esperasen encontrar la respuesta perfecta – No se me ocurren más escusas.
- Le dio permiso para animarlo... No besarlo... – dijo Nacu desde la cocina, donde terminaba de hacer los últimos creps que quedaban.

No me lo podía creer, ¿qué sentido tenía todo aquello? ¿Entonces le gustaba Castiel? No… ¿No? “¡Ah!” grité para mis adentros, incapaz de comprenderlo. Aquella chica era superior a mis fuerzas.
Pero si ella ya tenía a alguien quería decir… Que Castiel era solo mio.
Oh, ¿yo he dicho eso? Me faltaba el café de la mañana…

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Nacu volvió con una enorme bandeja repleta de creps con una pinta deliciosa. A su lado llegaban Lysandro, quien llevaba el té, algunos refrescos y un café; y Castiel, quien traía todo tipo de complementos para las tortitas, ya fuesen dulces o saladas. Aunque el chocolate sobresalía con diferencia.
-¡Los blanquitos son míos! – gritó Sunset, poniéndose en posición para comer con Cassie aún encima. Al final iba a acabar llamándose así…

Vale, os prometo que esto no fue queriendo. Cuando me fui a servir un crep, sin querer, cogí uno de los blanquitos y empecé a preparármelo con algo de jamón y queso. En cuanto Sunset me vio me lo arrebató del plato y me lanzó el queso y el jamón de vuelta.
-¿Qué? He dicho que los blanquitos eran míos. Gracias por preparármelo, cada vez me gustas más. - No supe como mirarla, en serio. Cada vez me desconcertaba más. - En realidad, físicamente eres una monada, puedo entender por qué Cas te viola...
Me atraganté con el café nada más oírla. Castiel, a mi lado casi escupió lo que tenía en la boca. Tuvo que irse al baño para no ahogarse o echar la comida por la boca. Nacu y Lysandro, por el contrario, se estaban descojonando. Sí, Lysandro. A su manera, claro está.

-Gracias… Supongo – tragué con cuidado y dejé el café en la mesa a riesgo de más accidentes.
-Pero ahora, entre tú y yo. Vistes demasiado… ”Puaj”. No “puaj” de sucio, sino de demasiado limpio. Bah, yo me entiendo. Pero no se lo digas a Nath. – al oírla no pude evitar sentarme en la otra punta del sofá lentamente. Me estaba asustando tenerla cerca. - Para la próxima vez, me gustan más con chocolate.

Sonreí falsamente y seguí alejándome todo lo que pude. Ella, en cambió, siguió en su mundo, observando el crep que me había robado. Al final puso cara de asco y se lo hechó a Lysandro en su plato, arruinando el maravilloso crep que se estaba preparando con fresas y nata. Me dio una pena horrorosa, llevaba media hora haciéndose la puta tortita. Aunque este, en su pasividad habitual, se limitó a suspirar y a empezar de nuevo.

-Pobrecito. ¿Quieres dejarlo? Va a terminar sin querer acercarse a ti… - finalmente Nacu intervino, regañando a su amiga justo cuando Castiel volvía del baño y tuvo que sentarse en el centro.
- Eres gilipollas – dijo refiriéndose a mí - Te mangonea, te insulta, besa a tu chico y encima te quita los creps... – No sé que me impactó mas, que tuviese razón y me dejase atacar o que dijese “tu chico”. El capullo consiguió que me sonrojase delante de todo el mundo como un idiota.
- No, en serio, Sunset; déjalo al pobre. Ya lo hemos asustado demasiado – concluyó Nacu. Hay que decir que, en gran parte, fue culpa suya; porque tanto lo de entrar de repente y sacar fotos fueron idea suya, pero bueno…
- Solo acepto si alguien me prepara las creps con chocolate – respondió Sunset. Pero nadie movió un dedo. De hecho, nos quedamos mirándola un poco anonadados, hasta que dejó refunfuñando el plato en la mesa. – Da igual, se me ha quitado el hambre.
(Esto luego no fue así, a los cinco minutos volvió a coger el plato; pero bueno…)

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Cuando terminamos de desayunar-almorzar( aquella cantidad de comida no fue normal), vi como Castiel y Lysandro se alejaban un poco para hablar. No pude escuchar lo que estaban diciendo, pero en un momento el pelirrojo posó la mano sobre el hombro de su amigo y ambos empezaron a reírse, como si todo se hubiese solucionado. Me sentí realmente aliviado, el albino era el único amigo de Castiel y no quería que lo perdiese.

Finalmente llegó el momento de despedirnos de tan agradable velada sorpresa. Nacu se despidió desde la distancia y su habitual modo “no me gusta el contacto humano” pero, Sunset… Sunset tenía que liarla; como siempre.
Primero se lanzó sobre Castiel, haciendo que una vez más me hirviese la sangre. Pero, cuando pensé que ya se iba a ir y podría quedarme tranquilo; se lanzó sobre mí, agarrándose a mi cuello. Se me puso el pelo de punta.
Lo bueno fue ver la cara del pelirrojo. Oh sí, qué agradable era verlo celoso.

Ambas salieron entre risas, siguiendo a Lysandro, pero cuando estaba a punto de cerrar la puerta y acabar con todo, Castiel agarró a Sunset del brazo y la arrastró dentro.
-Suéltala – le indicó, tajante.
-Cachéame, verás que no tengo nada – le retó ella poniendo cara de superioridad.
Hasta ese momento no me había dado cuenta del pequeño bulto que había aparecido en su chaqueta. Con lo delgada que era, difícil no verlo. Castiel le miró el pequeño bulto, pero ella reaccionó con picardía - ¿Me estabas mirando las tetas?
- No puedo, no tienes. – contestó el pelirrojo. Y así podían seguir todo el día.

Al final, después de una oleada de miradas asesinas, la gatita salió del bolsillo de la chaqueta y trepó hasta ponerse en el hombre de Sunset, que retrocedió al ver que Castiel iba hacia ella con intención de quitársela.
Lo detuve antes de que lo hiciera y le dije que la dejara llevársela. Yo no podía tenerla, y no podía dejarla en su casa así por las buenas. Además, Sunset ya tenía una gata. Sabía cómo cuidarlos.
Observé con tristeza como se marchaban por la puerta, realmente quería quedármela; pero hay cosas que son imposibles y cuanto más las ansiaba, peor.

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Me ahorraré contar lo que ocurrió el resto del día, porque no creo que merezca gran explicación. Solo diré que no salimos ni un momento. Que cada uno piense lo que quiera.
La cosa es que, a eso de las tres o las cuatro de la mañana, se escuchó un puto estruendo en toda la casa. Alguien había entrado y dado un portazo después. Castiel salió corriendo de la habitación, y yo lo seguí después de ponerme algo rápidamente.
Al salir me encontré a Nacu acariciando a Demonio y a Sunset intentando recuperar a Cassie de los brazos de Castiel.

-¡Joder! ¿Sabéis qué hora es? ¡Devolved la llave de una puta vez! Casi me matáis del susto. – gritó furioso el pelirrojo mientras me tendía a la gatita para que la sujetase.
- Es que pensaba que estaríais haciendo algo… Qué chasco. – Nacu puso cara de asco y dio una patada al aire, como si quisiera golpear una piedra. – Hola, Nathaniel. ¿Qué tal la “noche”? – me dijo con una sonrisa malvada – Hemos venido a devolverla. Digamos que no congenia bien con Kya.
Yo medio dormido, y con mi capacidad de razonar un poco atrofiada por la hora, solo fui capaz de asentir dando un bostezo.
-¡No! – chilló Sunset a punto de lanzarse sobre mí. Por fortuna, Castiel la agarró justo a tiempo, porque yo poco iba a reaccionar.
Durante un largo periodo de tiempo, o al menos eso me pareció a mí, la morena se quedó observando al pelirrojo de arriba abajo y con razón; solo llevaba los calzoncillos.

-¿Alguna vez habéis probado un trío? – preguntó, esfumando por completo las señales de sueño de mi rostro.
En estos momentos tengo que estar agradecido a Nacu, que es la que siempre se encarga de llevársela a rastras. Destrozando varias cosas por el pasillo, pero se la lleva.

Lo último que recuerdo de la visita nocturna es escuchar a Sunset gritando desde el pasillo:
“¡Estoy abierta a nuevas posibilidades!¡Sois unos carcas!"
Castiel y yo nos miramos, perplejos. No sabíamos muy bien lo que había ocurrido, tan solo que volvíamos a tener a la gatita con todo lo que eso acarreaba.
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