miércoles, 26 de diciembre de 2012

Anexos de Leigh I; "Dulce veneno"

He vuelto con regalitos de Papá Noel!! Feliz Navidad a tod@s >o<!!!

Y al fin... después de mil años xDD Waaaa >o< que ganas tenía de tratar con esta nueva pareja *-* Siento haberos hecho esperar... pensaba que tardaría menos pero al final... Bueno >o< Si todo va bien; puede que os tenga una sorpresita para estas navidades *-* Bueno, espero que os guste este cap >_< yo disfruté mucho escribiendolo, es todo como más mágico y poético... (bah, dejadme que se me va xD)

-----

Notas;
La baule es una ciudad francesa cerca de la costa. La historia tiene lugar en una villa cercana aunque no lo haya dicho aún xD.
No narra Lysandro, a ver si adivinais quien es xD

-----------

Mi cuerpo se sumergía pesadamente entre las turbias aguas de mi pesadilla. No intenté impedirlo, con los ojos entrecerrados me dejaba a merced de la caprichosa corriente. Un abismo sin fin, sin luz. Todo era negro.

Poco a poco me fui deteniendo. Parecía ascender, pero no alcanzaba nunca el final. Cerré los ojos. De nada valía intentar algo, ni tampoco tenía ganas de hacerlo. Me dormí en mi propio sueño, descansé en lo más profundo de mi caótica mente; cosa que parecía completamente imposible.

De repente, mi piel impactó contra un helado muro de cristal. Yo seguía bajo el agua, sin poder salir, sin poder hacer nada.
Empezaba a asfixiarme, el aire que antes obviaba había desaparecido. No podía respirar. Golpeé la barrera que me aprisionaba, pero tan solo conseguí que mis puños quedasen dolorosamente ensangrentados.
Todo comenzaba a congelarse. Poco a poco, pequeñas estalactitas se adherían a mi piel desnuda, paralizándome. Me encogí y abracé mi propio cuerpo intentando calentarlo. Pero estaba helado.
Entonces, un fino hilo de sangre pasó frente a mis ojos.

“Esta sangre… No es mía”

Estiré como pude mis extremidades y seguí el rastro a duras penas. Se dirigía a la superficie. Nadé con todas mis fuerzas contra la ardua corriente que trataba de impedírmelo, sentía como si unas manos estuviesen jalando de mis pies hasta las profundidades de aquel endemoniado foso.

Cuando llegué casi deseé que las sombras me hubiesen arrastrado con ellas. Mi hermano estaba tendido en el suelo de cristal, desnudo, mientras una enredadera plagada de espinas se apoderaba de su sangrante cuerpo.

“Lysandro”

El terror más agudo recorrió mis venas, no sabía qué hacer. Arañaba, golpeaba, empujaba… pero nada parecía poder franquear aquel muro. Grité su nombre, chillé cuantas veces pude hasta darme cuenta que no tenía voz. Ningún sonido salía de mi garganta.
Las enredaderas cada vez lo aprisionaban más, se lo llevaban, lo alejaban de mí… No.

Era yo el que se alejaba, la corriente me estaba arrastrando. La oscuridad de apoderaba de mí. La agonía me consumía, la impotencia. No podía hacer nada, no podía llegar a él.
Aquel tiempo me pareció eterno, como si no terminase nunca. Ansiaba despertarme, pero no podía. Estaba atrapado en mi propio sueño.

-----

-¡Leigh!¡Leigh! – los ángeles me enviaron la más dulce de las voces para despertarme, su luz me arrastró lejos de aquella oscura pesadilla. Lysandro, mi hermano, él era quien siempre me salvaba – Leigh… ¿Estás bien?

Desperté lentamente entre sus brazos. Como siempre, habíamos dormido juntos. Él me retiraba los mechones que caían por mi sudorosa frente y se acercaba a besarme suavemente.
No quería levantarme, deseaba quedarme allí entre sus brazos. Sin pensar en nada, sin ser consciente de la atrocidad que estábamos cometiendo.
-Debemos levantarnos ya – me dedicó una comprensiva mirada. Sabía lo mucho que odiaba las mañanas, sobre todo tras una pesadilla.

Aún así, me arremoliné en la cama. Hacia cualquier cosa con tal de tener aunque fuesen dos minutos más de sueño… Claro que siempre quería dos minutos más.
Con las sábanas hasta la cabeza, intentaba ocultarme de los primeros rayos de sol de la aurora. Amanecía demasiado temprano, si por mi fuese todo sería noche, y en la noche sueño.
¿No os pasa a veces (siempre) que decís “un poquito más” y os acabáis quedando dormidos otra vez? Porque a mí sí; de hecho, continuamente.

Quince o quizás treinta minutos, la verdad no sé cuánto tiempo pasó hasta que Lysandro volvió a despertarme de nuevo. Esta vez, se sentó junto a mí y me acarició el rostro. Hábilmente se deshizo de la colcha, hasta quedar tendido sobre mi piel desnuda. Por lo general yo dormía sin pijama, tan solo conservaba la ropa interior. Eso, claro estaba, si no hacíamos nada…
Cuando conseguí desprenderme del sueño, se separó de mí con una tierna sonrisa triunfante y, besando superficialmente mis fríos labios, volvió a marcharse.
Tomé algunas prendas que tenía a mano y me fui al salón, guiado por el dulce olor del desayuno. Y es que no había cosa más hermosa que encontrar una mesa de té plagada de dulces bañados en delicioso chocolate fundido.

Lys siempre se había trabajado mucho esta comida, pero desde que conocimos a Nacu, su recetario se había multiplicado notablemente; sobre todo en cuanto a la presentación se refiere.
Ya hacía mucho tiempo que mi hermano me la había presentado junto a su amiga Sunset. Recuerdo como a aquella chica se le dibujó una enorme sonrisa en los labios nada más verme, y después me convertí junto a mi querido albino en víctima de sus dibujos. Ambas me visitaban casi a diario y me ayudaban con los nuevos diseños. Si lo pienso, ellas eran las únicas personas con las que hablaba en la ciudad a parte de Castiel (aunque no sé si decir que llegaba a mantener una conversación con este chico… Más bien era testigo de lo que hablaba con Lysandro) y Rosalya, que era nuestra prima secreta, porque no lo sabía nadie más que nada.
No me importaba; ni las relaciones humanas eran mi fuerte ni yo tenía interés ninguno en mantener conversaciones estúpidas para “socializar”.

Me sobresalté ligeramente cuando unos brazos me tomaron por la cintura y me hicieron caer con ellos sobre el sofá. Hoy era uno de esos días en los que Lysandro se despertaba más animado de lo normal.
Desayunamos tranquilamente como si el tiempo para nosotros fuese eterno. Con nuestros cuerpos entrelazados, unidos como si fuésemos uno, nos servíamos el desayuno mutuamente.

Besos con sabor a chocolate.

Pronto olvidaríamos aquel suculento manjar para volver a abrazarnos. Y como siempre, no nos bastaba solo con eso.
Los dedos de Lysandro se deslizaron por mis caderas, acariciándolas lentamente. Bajaron hasta mis muslos y los levantaron levemente al mismo tiempo que su rodilla presionaba con impaciente fuerza mi entrepierna. Comencé a revolverme, un escalofrío se extendió por lo más profundo de mí ser. Un simple roce, un mero movimiento, y reaccionaba al instante. No podía resistirme a él.
Quería ser devorado por sus labios, ansiaba estar entre sus brazos, tenerlo dentro, todo de él. Era mi dulce veneno adictivo, mi afrodisíaco.

¡Ah, hipócrita conciencia! Me criticas y torturas con tus artes de oratoria para después derrumbarte cuan montaña de arena.
Éramos hermanos, habíamos crecido juntos y eso, no había manto alguno que pudiese ocultarlo ni perdón que pudiese salvarnos.
“Tic… tac… tic… tac…”

Eran las 7:00. Nuestro tiempo se había agotado, debíamos irnos ya.
Miramos el reloj con tristeza. Había cosas que eran imposibles, y mientras siguiésemos dependiendo de otros, no podríamos hacer lo que quisiéramos. Además, no quería que mi hermano faltase a clase por mi culpa.

-A veces me entran ganas de tomar ese reloj y arrojarlo por la ventana para que sus odiosas manecillas no vuelvan a interrumpirnos… - su armoniosa voz no hacía más que aumentar mi deseo. Cada palabra que pronunciaban sus labios me enloquecía, mi némesis.
Cerré los ojos intentando controlarme, pero… Era imposible.

-Leigh… - susurró a apenas unos centímetros de mí. Sabía que estaba a su merced y le encantaba. Con lazos invisibles capturaba mi cuerpo, las letras de sus canciones me cautivaban cayendo presa de sus versos. – Supongo que, no pasa nada porque nos desahoguemos un poco… ¿No?
¿Cómo esperaba que le dijese que no? Lo quería más que a nada; quería que me tocase, que me abrazase, ser suyo.
Sus manos se deslizaron por mi torso, bajaron y bajaron hasta llegar a la zona prohibida.

----

Las mañanas eran especialmente largas. Tan solo un par de viejas aburridas solían entrar en la tienda poniendo malas caras. Yo me acercaba a ellas con una monótona sonrisa de dependiente y me volvía a alejar tan pronto decían algo como; “Solo estamos curioseando.”
Criticando diría yo. Desde mi mostrador vigilaba con resignación a aquellas brujas que ultrajaban mis amadas prendas mientras mis dedos disimulaban pasando las hojas de una revista que seguramente llevaría caducada meses.

Rara era la vez que una agradable anciana entraba para comprar algo a alguno de sus nietos. En esos casos no me importaba llevarme horas para ayudarla a encontrar el regalo perfecto.
Me bastaba con ver esa sincera sonrisa rodeada de todos los estragos que hace la edad, pero que a pesar de todo sigue adelante, y esperanzada muestra sus blancos dientes eludiendo a la constante parca.

Pero aquella mañana nadie quiso irrumpir mi templo. Me deleitaba en silencio de la melodiosa voz de mi hermano que sonaba a través de los altavoces.

mais d'ou vient
l'émotion etrange
qui me fascine
autant qu'elle me derange
je frissonne poignarde par le beau
Como un veneno…
c'est comme
dans l'âme le couteau
la blessure traverse mon coeur
et j'ai
la joie dans la doleur
je, m'enivre de ce poison
À en perdre la raison
Me consumía.

Muchas veces me habían preguntado: “¿De quién es esta canción? ¿Quién es el cantante?”
Yo me limitaba a contestar: “Es un grupo independiente, poco popular.”
No sabía muy bien por qué lo hacía; en parte quería que Lysandro triunfara, quería ver su rostro reluciente sobre el escenario. Pero al mismo tiempo me atemorizaba ese mundo.
Sé que sonaba hipócrita; debería dejarlo libre, sabía que debía hacerlo, dejar de arrastrarlo conmigo a un pozo de espinas. No podía.
Cada vez que lo miraba, cada vez que su cuerpo se encontraba cerca de mí… Simplemente no podía dejarlo. Y por ello mi mente aprovechaba mi débil determinación para torturarme con la culpa

Cerré el libro que estaba leyendo de golpe, ni siquiera comprendía ya las palabras del texto.
La hora de comer llegó con excesiva tardanza. Dejando la verja entreabierta, me dispuse sobre el mostrador a disfrutar de mi almuerzo. Como cada día, Lysandro me había preparado un exquisito obento, perfectamente presentado.
Siempre se ponía a cocinar mientras yo aprovechaba los últimos minutos de sueño. Además, si él no tuviese el detalle de ocuparse de mi alimentación, de seguro acabaría tomando cualquier cosa precocinada o yendo a una cafetería, pues prefería mil veces ponerme limpiar el baño antes que meterme en la cocina.

Justo al terminar, escuché un par de voces procedentes de la calle; el primero parecía regañando al otro por algo. Me acerqué con cuidado y levanté la verja. Lo último que quería era una pelea frente de MI tienda.
Nada más abrir un joven de cabellos turquesa y ojos rosas vino corriendo con el rostro iluminado, como si acabase de encontrar la cueva de las mil maravillas. Tras este, había otro chico con el pelo negro y los ojos azules que no parecía compartir la alegría de la repentina apertura del local. Aquellos chicos… Eran iguales.
“Gemelos.”

-¡Menos mal! Ya pensaba que habíamos llegado en mal momento – el chico peli azul me dedicó una amplia sonrisa, realmente hermosa – Encantado, me llamo Alexy, y este es mi hermano Armin – dijo señalando al otro – Acabamos de mudarnos a esta ciudad. ¿Sabes? Había escuchado mucho de esta tienda en donde vivía antes. ¡Tenía muchas ganas de verla!

“¿Famosa? ¿Mi tienda?”
Aquello no me lo podía creer. Quiero decir, mi tienda estaba en las afueras de La baule, en una villa no muy grande, la verdad. En cierto modo me alegraba, era, no sé, como si mi alba se estuviese elevando a las nubes. Tenía ganar de correr, de gritar, de… De abrazarlo. Pero tanta alegría… No me fiaba en absoluto.

Desde ese momento la tienda cobró una alegría muy particular. El tal Alexy había conseguido iluminar todo el local; era de estas personas que tienen presencia para hacerlo.
Estuve todo el rato pasándole conjuntos para que se probase y tomándole medidas. Él nunca se cansaba, nunca había suficiente ropa que probarse ni accesorios que combinar. En cambio, su hermano se apartó a unos sillones del fondo a jugar con su vídeoconsola. No parecía importarle lo más mínimo que yo estuviese acaparando a su gemelo. Hacía demasiado tiempo que no me divertía en la tienda y tampoco me venía mal despejarme un poco.

-Entonces… ¿Esta tienda es tuya? – me preguntó Alexy desde el probador mientras se cambiaba.
-Si, es mi pequeño gran tesoro…- respondí con nostalgia, era lo único que podía considerar verdaderamente mío. Mi santuario.
-¡Woah! Eso es increíble, a mí me encantarí... ¡Auch! – escuché un leve grito seguido de un golpe desde el probador, así que me aproximé desconcertado a ver que ocurría.

Ciertamente, fue desconsiderado por mi parte abrir la cortina sin preguntar, pero la verdad es que no lo pensé.
Al verme, el gemelo peli azul se puso rojo como un tomate, retrocedía torpemente y acabó chocándose contra el cristal. Se le había enredado el botón de una camisa en el pelo y no era capaz de quitárselo.
-Estate quieto un momento – le dije mientras me aproximaba a él.

Se quedó rígido como una piedra, pegado a la pared como una estrella de mar a una roca. Intenté arreglar rápidamente aquel estropicio pero me llevo más de lo que imaginaba, tuve que acercarme aún más a él para poder ver bien como estaba enganchado el botón.
Aquel chico parecía estar a punto de derretirse, estaba todo colorado y con el pulso acelerado. Sentí pena, le estaba haciendo pasar un mal rato.

-¿Leigh? – ahora, fui yo el que se chocó contra el cristal de aquel pequeño cubículo.
Lysandro estaba frente al mostrador, observando con desconcierto aquella escena tan fácil de malinterpretar. Por fortuna, el enredo se deshizo casi por arte de magia (la de mis uñas porque casi me las rompo) y pude alejarme del pobre chico que cada vez estaba más descompuesto.

-Toma – le tendí la camisa de nuevo y salí del vestuario cerrando la cortina tras de mí.
-No te esperaba tan temprano, me alegro de que estés aquí – le dije a mi albino mientras le cogía la mano. Por lo general él no era una persona de sacar conclusiones precipitadas, pero por algún motivo parecía realmente enfadado.
-Esto… Siento todo esto. Creo que me voy a llevar la camisa al final – me giré al oír la voz de Alexy a mi espalda. Lo primero era ocuparse del cliente.

Solté la mano de Lysandro indicándole que esperase y volví con el gemelo. Fuimos al mostrador sin decir nada y me puse a doblar toda la ropa que me iba señalando.
Tres bolsas.
Con este chico no me iba a arruinar nunca.
-¿Te llamas Leigh? – preguntó intentando romper el incómodo silencio.
-Sí, perdona, no te lo había dicho. Ha sido descortés por mi parte. – intenté disculparme, pero solo conseguí que aquel joven volviese a girar la cara incapaz de mirarme.
-No… No te preocupes. Es un nombre muy bonito, te va muy bien – dijo con voz temblorosa – Espero que nos volvamos a ver pronto… Leigh. – cogió las bolsas rápidamente y se fue a la puerta casi corriendo. Su hermano, que apenas había dicho nada, lo siguió riéndose disimuladamente.
Qué extraños eran… Aunque, ¿quién era yo para decir nada?

Y por fin, pude volver con Lysandro.

Se había sentado en un sofá, en la zona de los zapatos. Estaba con el rostro apoyado sobre su mano derecha y la mirada perdida en la nada. Me acerqué con cautela. Estaba furioso, pero no sabía por qué.
Lentamente, apoyé mi mano en su hombro para relajarlo y, de repente, me agarró con fuerza de la muñeca, dejándome boca arriba en el sofá, con él encima.
Sus ojos brillaban intensamente, su mirada estaba colmada de ira, cada vez apretaba mis muñecas con más fuerza.
Suspiré agotado, cuando estaba así me costaba relajarlo.

-Lys…
-No quiero… - comenzó a interrumpirme – Que te juntes mucho con ese chico.
Me quedé atónito. Jamás en la vida hubiese imaginado que me diría algo así. ¿Despreciar a una persona de ese modo? No, Lysandro no era así. Debía ser por otra cosa.
-¿Qué quieres decir? – pregunté preocupado. Sus manos se relajaron y poco a poco fue aproximando sus labios a los míos.
-¿No te has dado cuenta? Ese chico no dejaba de mirarte. – no pude pronunciar palabra después de escuchar aquello. No me había fijado, pensaba que lo estaba molestando.
-Así que… - no pude terminar la frase, me sentía realmente culpable. Debía haber sido más cuidadoso.

Pero lo cierto es que jamás me había planteado que nadie se fijase en mí, yo era como una sombra que no dejaba de ocultarse; en cambio, mi hermano brillaba, por sí mismo. ¿Quién no se fijaría en él?

-Eres mío, no pienso dejar que nadie más te toque – Lysandro estaba realmente serio, sus ojos me miraban atentamente, casi sin pestañear. De nuevo, estaba cayendo en su red.
Sus labios se unieron a los míos, sus manos se introdujeron en mi ropa apoderándose de mi piel. El deseo nos consumía, estábamos cayendo de nuevo. La pasión era irrefrenable.

Y ahora, el maravilloso video de la voz de Lys

*Para mí canta así. Esta es la canción que suena en los altavoces de la tienda de Leigh

En castellano; 

 

En Francés;


Con la tecnología de Blogger.