Atención chicas; este cap es subidito, lo que os mola vaya xD *___________* Arrrgggg *¬* he disfrutado tanto escribiéndolo O////////O En fin..... ¬///////¬
P.D.: Como en el foro está censurado, "~" este signo indicará el comienzo y el final de la censura ; D
Os dejo la Gran Cita *-*
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Me llevé cerca de una hora frente al
armario, sin saber que ponerme. ¿Qué era lo más adecuado para
salir a tomar algo? Una y otra vez me lamenté por no haber salido
casi nunca; mi vida parecía ir de la sala de delegados a mi casa y
ya está. Hoy iba a ser distinto. Había quedado con Castiel para...
¿una cita? Supongo.
Estaba bastante nervioso; ahora que lo
habíamos arreglado decidimos hacer las cosas bien. Bueno, lo decidí
yo: le dije que quería ir poco a poco. No obstante ,él, como es
como es, me pidió que saliésemos por la tarde a tomar algo, y no es
que me importase. De hecho, estaba muy feliz , pero no me parecía un
miércoles un día muy adecuado para salir.
Anduve de un lado para otro, removiendo
toda la ropa que tenía. No quería ir muy formal con él, porque
sabía que no le gustaría. Al final me decidí por unos vaqueros
claros, una camiseta gris con una chaqueta negra y de hilo fino por
encima de mangas cortas y unas botas bajas.
Llegué a mirarme al espejo como cinco
veces antes de salir, y después quise golpearme en la cabeza contra
él por neurótico. Recuerdo salir de mi casa a toda velocidad con mi
MALETA en el hombro, aunque en realidad llegaba bastante temprano.
Para mi sorpresa, cuando llegué a la
parada donde habíamos quedado Castiel ya estaba allí. Llevaba una
camisa negra de media manga que le sobresalía de los pantalones,
también negros pero no de cuero, y unas botas más arregladas que
las que solía llevar habitualmente.
No pude evitar reírme, él había
pensado lo mismo que yo. Aunque claro, a él esa ropa le sentaba
estupendamente. Deseaba verlo así vestido todos los días.
-Vaya, creo que es la primera vez que
has sido puntual en tu vida – saludé mientras me acercaba.
-Por lo general soy puntual, todo
depende del interés que tenga – se giró al escuchar mi voz y me
dedicó una (irresistible) sonrisa. – Te sienta muy bien esa ropa
y, por lo que veo, sigues conservando esos bolsos.
No sabía si alegrarme por saber que
estaba interesado en nuestra…. Cita (joder que cursi queda) o
lanzarle mi BANDOLERA a la cara.
Suspiré. En realidad lo que quería
hacer distaba mucho de esas cosas pero, eso, prefería guardármelo.
Al menos de momento.
Cogimos un autobús para ir al centro y
anduvimos por varias calles sin rumbo fijo, simplemente paseábamos.
Entrelazamos nuestros dedos, cogiéndonos de la mano todo el camino.
Me dio igual la gente, sus miradas o sus gestos. En aquel momento no
existían para mí, solo existía Castiel. Eso era más que
suficiente.
Llegamos a un inmenso parque,
enteramente verde; de esos que parecen una pradera con los perros
jugando y las parejitas de picnic.
Intentando alejarnos un poco de la
gente (como no), nos tumbamos en el césped cerca de una pequeña
laguna. Fue muy divertido ver como uno de los patos de por allí se
acercaba sigilosamente a nosotros. Me di cuenta desde el principio,
pero no dije nada.
Después descubría el malévolo plan
que escondía estas “monadas” de aves. Resulta que un dichoso
patito empezó a “comerse” el pelo de Castiel. No me reí más en
mi vida.
Se levantó de un salto cuando notó
algo picándole la oreja y se giró, extrañado. Claro que, cuando
vio al ser que lo había atacado, su cara fue mil veces mejor. Una
mezcla extraña entre ira, vergüenza y extrañeza. Lo mejor fue
verlo correr detrás de los patos, que en cuanto se levantó
iniciaron su huida, para poder cogerlos. “Putas bolas de plumas,
¡Como os pille os convierto en una almohada!” repetía mi
pelirrojo en su inútil intento de captura.
Cuando volvió se tumbó de nuevo en el
suelo, pero ahora todo acalorado y maldiciendo a cada segundo.
Yo, por mi parte, aproveché para
sacarle fotos. Él siempre se estaba riendo de mí por culpa de las
fotografías que me hacía. Ahora, era mi turno. De camino también
le saqué algunas cuando se tumbó de nuevo junto a mí.(Cualquiera
lo hubiese hecho)
-¿Ahora te interesa la fotografía,
Nath? ¿O es que vas a utilizar esas fotos para tocarte mientras las
miras? – hijo de la gran… Lo que más me preocupaba no era lo que
me decía, sino como. Aunque tratase de tomármelo a broma, para él
estaba claro que no lo era.
Lo fulminé con la mirada. A saber lo
que hacía este hombre con mis fotos…
-No, y NO. Las utilizaré para
chantajearte. Cada vez que necesites que firmes un justificante te
amenazaré con venderle las fotos a Peggy – dije retándolo a un
duelo verbal. Ya estaba viendo las noticias del instituto “¿Rockero
antisocial persiguiendo patos? Y luego, ¿qué? ¿A Hello Kitty?”
- Sabes que eso no te
servirá, yo no soy tan estirado para preocuparme por gilipolleces.
No como tú – respondió ganando el duelo. En serio, noté
que se me clavaba una puñalada en el pecho. Me había dado un Jaque
Mate en toda regla.
-Además, – continuó - ¿acaso no
sabes un método más productivo y placentero?
De repente se lanzó sobre mí,
aplastando mi cuerpo bajo el suyo, inmovilizándome casi por
completo.
-Castiel, ¡joder! ¡Quítate de
encima! – traté de forcejear para echarlo a un lado, pero nada.
¡Parecía que tenía encima una puta morsa!
Empezó a reírse de mí en mi propia
cara, (vamos, porque la tenía a dos centímetros de la mía) y
cuando caí rendido al suelo, cansado de seguir intentándolo, fue
cuando se levantó un poco para dejarme respirar. Aún así, seguía
teniéndolo sobre mí.
-¿Qué pasa, Nath? ¿Prefieres estar
arriba? – sus ojos… sus llamativos y cautivadores ojos volvían a
poner esa mirada pervertida que tanto me gustaba.
Se relamió el labio inferior,
desviando su vista por mi cuerpo. Su sonrisa era como un hechizo que
me hacía querer acercarme, juntar mi labios con los suyos,
entrelazar nuestras lenguas para no separarlas nunca.
Sin darme cuenta lo estaba haciendo,
había caído en su encanto. Él había ganado, como siempre, hacía
que me derritiese ante él.
Nos besamos,
tendidos en el césped, durante un buen rato. Hubo gente que pasó
por detrás, chicas que se nos quedaron mirando pero, para nosotros,
en nuestro pequeño universo eran inexistentes.
Separó sus
labios de los míos y continuó por mi cuello. ¿Por qué sus
labios eran tan irresistibles? Parecía que me absorbían la fuerza
con su tacto. Continuó bajando, pero se detuvo en el cuello de la
camiseta. Hoy no llevaba camisa así que no podría abrírmela.
Claro que lo solucionó rápido. Posó
sus manos sobre mi cintura y comenzó a subirme la prenda al mismo
tiempo que jugueteaba por torso con su boca.
-Castiel… Estamos en un parque,
estate quieto, imbécil – mis palabras sonaban tan hipócritas; le
decía que se detuviese cuando mi cuerpo ya estaba palpitando,
ansioso.
Y al igual que todas las otras veces,
se dio cuenta.
Me revolví, inquieto, tratando de
ocultarme el rostro como podía, muy avergonzado. Rápidamente tuve
que cubrirme la boca cuando el señorito “me gusta hacerlo en
público” empezó a presionar mi entrepierna, provocándome y
haciendo que se me escapasen un par de gemidos.
Me levanté inmediatamente para
detenerlo, pero de nuevo utilizó su cuerpo para inmovilizarme. Todo
el calor que desprendía su piel parecía que se estaba traspasando
al mío. Cuando intenté quejarme, evadió mis palabras con un besó
que me dejó sin aire. Después de todo, yo no era el único que
estaba ansioso por juntar nuestros cuerpos.
Alojó su mano entre ambos y avanzó
dificultosamente hasta llegar a mis pantalones. Casi me da algo
cuando me desabrochó el botón. ¿Qué diantres estaba pensando este
tío?
Impulsándome con el suelo, traté de
alejarlo de mí por segunda vez. Él, por supuesto, parecía estar
disfrutando la escena. Supongo que ni aunque estuviésemos juntos se
cansará de hacerme rabiar. Afortunadamente, el tiempo no quiso estar
de su parte.
De un segundo a otro, una lluvia
torrencial se precipitó sobre nosotros, dejándonos completamente
empapados.
Salimos corriendo del parque y nos
pusimos a cubierto bajo un porche de un centro comercial que estaba
cerca. Menudo día. Hacía tan solo dos segundos brillaba un sol de
esos para irte a la playa.
Me apoyé en una pared, avergonzado.
¿Qué estaba haciendo? Había estado a punto de liarme con ese
mosquito teñido en mitad de un parque y, lo mejor: ahora tenía el
calentón encima. Bueno, los dos lo teníamos.
Me sentía tan frustrado, tan enfadado,
tan… confuso.
Castiel. en cambio. estaba como una
rosa. Parecía que la lluvia lo había refrescado. Se acababa de
recoger el cabello en una coleta, detrás. Mi némesis. Adoraba verlo
así, se veía tan elegante y sensual.
(Joder, ahora parecía una adolescente
con las hormonas revolucionadas.)
No nos dijimos nada; yo ni siquiera
levanté la vista del suelo. Ante aquel incómodo silencio, me tomó
por la cintura, (bien, más calor corporal) y me dirigió un cine que
había en el mismo edificio. Compró un par de entradas de la primera
película que vio aceptable y me arrastró con él a la sala.
Ver se podría decir que vimos poco.
Yo estuve todo el comienzo con la mirada en el suelo y él no parecía
interesado en absoluto.
A los quince minutos aproximadamente,
posó su mano sobre la mía y se acercó a mi oído. “Ven, sígueme”
me susurró. Casi me da un mal, no me fiaba de él, la verdad, pero
tampoco quería quedarme allí.
Nos metimos en los baños del cine:
ahora que había iniciado la película no habría nadie.
Podía haberme resistido, haberme
negado a ir con él. No lo hice. No quería.
Lo único que deseaba era sentirlo, con
el riesgo que ello conllevaba.
~
Una vez dentro de esos pequeños
cubículos que, en mi opinión, contaban con una intimidad casi nula;
me lacé ansioso sobre su cuello y lo besé.
Castiel reaccionó rápido, agarrándome
de las muñecas. Empujó mi cuerpo, empotrándolo con brusquedad
contra la pared. Sus manos soltaron las mías para dirigirse entonces
hasta mi cadera y sujetarla con fuerza. Adelantado la suya y la mía
hizo que chocasen, aprisionando aún más nuestras evidentes
erecciones.
Al mismo tiempo, sus labios me
torturaban deliciosamente por el cuello, marcándolo a su antojo. Se
deslizaban desde los míos hasta el comienzo de mi camiseta, donde se
veían obligados a parar. Torpemente, desabroché los botones de su
camisa y aventuré mis manos dentro para sentir el suave tacto de su
piel. Sin darme cuenta, me estaba acercando más a él.
Se rió disimuladamente al ver como mi
cuerpo respondía tan apasionadamente. De un tirón me sacó tanto la
camiseta como la chaqueta dejando mi torso desnudo a su tacto.
Una de sus rodillas presionó con
fiereza mi entrepierna, provocando así que todo mi cuerpo se
estremeciese de impaciencia. A penas era consciente de lo que estaba
haciendo. Parecía que mi cuerpo había tomado el control y actuaba
por instinto. Mis caderas se movían solas , restregándose aún más
contra la pierna de Castiel.
Podía sentir perfectamente como mi
miembro palpitaba, humedecido y dolorido por la dura presión de los
vaqueros. Con mis dedos tanteé con cierto nerviosismo el botón de
mi pantalón; por un lado sabía que estaba dejándome llevar
demasiado y, por otro, lo deseaba con todas mis fuerzas. Finalmente
pude desabrochar el dichoso botón y bajar la bragueta para dejar un
poco más de libertad a mi erección.
Suspiré aliviado al notar que
disminuía la presión en mi entrepierna, pero pronto desaparecería
y se volvería aún más ansiosa, deseando ser tocada.
Castiel volvió a sujetarme por la
cintura, atrayéndome y dejándome casi encima suyo. Con sus dedos
jugueteó con malicia sobre mi ropa interior, provocándome. Mi
espalda se arqueó, haciendo que mi cabeza chocase contra la puerta.
Con mis ojos le rogaba que acabase ya,
que me tocase y se dejase de juegos. Claro que, esos ojos, eran los
que más amaba. Verme suplicante entre sus brazos parecía ser lo que
más le excitaba en el planeta. Pero eso también lo podía usar yo
en su contra.
Al igual que él, yo iba a provocarlo.
Adelanté mi mano derecha hasta sus pantalones y comencé a
desabrocharlos con decisión. Un gemido ronco se escapó de sus
labios cuando presioné su dura erección.
Sus ojos parecían haber cambiado de
color, un intenso brillo envolvía sus pupilas, haciendo que me
perdiese en ellas. Se relamió el labio inferior y sonrió de nuevo
con esa expresión suya llena de perversión.
Ahora su mano se introdujo en mi ropa
interior, dejando mi erección libre, totalmente a su disposición.
Sus dedos se deslizaban por mi miembro hábilmente, humedeciéndose y
resbalando por mis ingles.
Incapaz de contenerme, dejé escapar
algunos gemidos llenos de deseo. El placer recorría mi cuerpo como
una ola de calor que me abrasaba poco a poco.
De repente, se escuchó una puerta
abrirse en los baños. Alguien había entrado.
Me quedé paralizado unos instantes
mientras mi rostro comenzaba a tornarse cada vez más pálido.
Castiel, en cambio, ante mi actitud, decidió seguir jugando con mi
cuerpo como quería.
Tuve que cubrirme la boca con las manos
para no hacer ningún ruido extraño. Por su parte, el pelirrojo me
sostuvo por la cintura dejándome, ahora sí, encima de él por
completo. Aún así, siguió acariciando mi duro miembro.
Afortunadamente, fuese quien fuese el
que entró, no le llevó mucho tiempo. En cuanto se fue me bajé de
las caderas del otro y tomé mi venganza.
Seguí sus pasos una vez más y bajé
su ropa interior lo suficiente como para liberar su ansiosa erección,
aprisionada todavía por la dura de la tela.
Continuamos tocándonos un rato,
acariciándonos mutuamente mientras nuestros labios intercambiaban
besos furtivos. Nuestros gemidos se entrelazaban, al igual que
nuestro pulso que parecían ir a la par, igual de frenéticos.
Justo antes de terminar Castiel volvió
a empujar mi cuerpo contra la puerta, aprisionándome con él.
Nuestros torsos quedaron pegajosos, acalorados, sudorosos…
El pelirrojo me besó con ímpetu, pero
yo era incapaz de devolverle la energía. Al final acabé dejándome
caer sobre él, dejándole mi cuello a la altura perfecta para seguir
marcándolo como bien hizo.
~
Al salir del cine nos dirigimos a una
pizzería que estaba por los alrededores. Creí que no sería capaz
de mirarlo a la cara o que me moriría de vergüenza, pero tener a
Castiel cerca se había vuelto algo muy normal y agradable. Estuve
sonriéndole todo el camino, arrimándome a él para besarlo o
mordisquearle el cuello de vez en cuando.
Al principio se sorprendió un poco,
aunque rápidamente me comenzó a devolver todos los besos que le
daba.
En la cena aprovechamos para hablar un
poco. Yo le pregunté sobre la música; quería que me contase cómo
era estar delante de un montón de gente que te está observando,
cómo era dejar que la música gobernase tu cuerpo. Sentirla, oírla,
sólo a ella.
Me quedé fascinado, escucharlo hablar
de algo que realmente le apasionaba era irreemplazable. Sus ojos
brillaban tan solo de recordarlo. “Es algo que debería sentir todo
el mundo” decía. Además, me contó sobre la primera vez que
escuchó a Lysandro. Decía que jamás se hubiese imaginado que aquel
chico tan discreto pudiese cantar tan apasionadamente, y no lo decía
solo por la letra.
-Y, ¿has pensado en dedicarte a la
música? – Pregunté con la cabeza apoyada en unas de mis manos –
¿Castiel?
Cuando me fijé en sus ojos, me di
cuenta de que estaba mirando a otro sitio; en concreto a una mesa
cercana donde había dos chicas riéndose tímidamente mientras le
miraban. Me quemó la sangre.
-Si tanto quieres mirarlas, ¿por qué
no te acercas? Parece que también te están mirando – le eché en
cara.
-No me están mirando a mí, sino a ti.
Me están poniendo enfermo las putas esas. – me soltó de repente.
Me dejó anonadado. ¿A mí? ¿Teniendo a Castiel enfrente? Eso era
imposible. Volví a mirar a aquella dichosa mesa y pude comprobarlo.
Efectivamente, me estaban mirando a mí. Juraría que una me guiñó
un ojo… Qué escalofrío me dio.
Pero me importaban una mierda esas
chicas. Me estaban arruinando el ambiente y no me daba la gana. Tenía
que hacer algo, ya.
Me levanté un poco de la silla y llevé
mis manos hasta Castiel, agarrando su rostro y lo acerqué al mío.
No sé qué cara pusieron cuando nos besamos; ojalá la hubiese
visto, debió ser épica, seguro.
Por fortuna, al pelirrojo le volvió el
buen ánimo. De hecho, se sentó junto a mí y el resto de la cena
estuvimos... ¿Acaramelados? ¿Empalagosos? Vamos, que no nos
separamos ni un momento. Besándonos e intercambiando nuestras
pizzas el resto de la comida.
Al salir decidió acompañarme a mi
casa, al menos durante un tramo.
Estuvimos paseando durante un rato,
bajo el amparo de las estrellas, sin demasiada prisa por regresar. Ya
había oscurecido bastante y, seguramente, debería haber vuelto ya a
mi casa. Aún así no aceleré.
-Hoy has estado más atrevido de lo
normal, Nath – me dijo con una de esas lujuriosas sonrisas suyas
-¿Acaso he despertado tu lado pervertido?
-¿Te molesta? – pregunté medio
riéndome.
-En absoluto. De hecho, me pone – se
mordió el labio inferior y comenzó a sonreír maliciosamente –
Qué ganas tengo de verte gimiendo debajo de mí…
-¡Serás…! – mis cachetes debían
parecer dos linternas rojas. Sí, me imaginé la escena y casi me da
algo malo. Le aporreé con mi bandolera para que se callase, pero él
seguía a lo suyo, imaginando cosas guarras, como seguramente hacía
siempre.
-A mí no me des con ese bolso, a ver
si me vas a pegar tú mal gusto – dijo entre risas.
Le di unas cuantas veces más con mi
BANDOLERA hasta que acabé riéndome con él. Parecíamos dos niños
de primaria discutiendo.
Finalmente (y por desgracia), llegamos
a la calle donde estaba mi casa. Por supuesto, no nos acercamos a la
puerta ni a la casa, así que tuvimos que despedirnos antes.
Rodeó sus brazos alrededor de mi
cintura, dejándome pegado a su cuerpo.
-Si pudiera te encerraría en mi casa
para que no salieses nunca – me susurró al oído – Después de
todo, tú no quieres volver, ¿verdad?
-A veces no se trata de lo que uno
quiere. – respondí con cierta tristeza.
Ambos sonreímos con nostalgia; nunca
se trataba de lo que uno quería. Se abrazó aún más a mí y juntó
su moflete al mío para calentarme el rostro. Estaba helado. Cubrió
mis brazos con los suyos, haciéndome entrar en calor poco a poco.
Aún así, me estaba muriendo de frío.
Se quedó un rato mirándome y riéndose
disimuladamente de la cara de pollo congelado que se me tenía que
haber quedado. Como era lógico, me puse a titiritar al poco tiempo.
Justo cuando pensé que ya no podía
sentir nada en los labios, posó los suyos en los míos. Me los besó
superficialmente hasta que al final se introdujo en mi boca,
provocando que mi temperatura corporal subiese y dejase de temblar.
Lo que me era imposible comprender, era que el siempre estuviese tan
cálido. Como tener una estufa al lado; pues igual.
Se separó de mí lentamente, sin estar
seguro de hacerlo realmente. Y cuando pensé que se iba a ir, se
acercó otra vez. Aunque esta vez para algo muy distinto...
Aproximó sus labios a mi oído y me
susurró algo que me dejó petrificado. Él acabó marchándose
mientras yo me quedé allí, incapaz de moverme, paralizado por sus
palabras.
Ese… ¿Ese era Castiel?
5 comentarios:
asdfgasdfghasdfgh *¬*
¡Pero qué monos!
Yo pensaba que Castiel, al que por lo visto le mola tener público, iba a empezar a meterle mano en el cine... Pero me ha gustado más tu idea *¬*
Y las chicas del restaurante... Vale, es verdad que los dos están de toma pan y moja, ¡pero ya os vale, mira que quedarse mirando! Aunque voy a perdonarles la vida porque me ha encantado verles celositos...
Bueno, eso, ¡me ha encantado el capítulo! :D
Esta es una buena forma de comenzar de nuevo. ¡Una cita! Aaaaw que monos, ¡Castiel perver se merece un premio! O un pin, o una chapa o algo... ¡En medio del parque! Ay Dios... ¡A quien se le ocurre! Suerte que no pasó por ahí una parejita de viejos, si no les da un patatús. Ay, ay, ay, Nath, que tu vena perver empieza a salir a la luz jujujuju e////e I LIKE IT ^^
jajajajajaja Es que Owen Castiel en público no puede llegar tan lejos ¬////¬ bah, es que los asientos del cina son incómodos no era otra cosa xD
Si te soy sincera... yo tambien los hubiese mirado... pero para algo distinto *¬* jojojojo
Gracias Awen >o< bueno, le daremos una chapita a Castiel de perver del año xD jajajajaja jojojo Yo ya lo advertí Nath.... es un pervertido ¬//////¬
Con cierto retraso, pero llego xD
Uuuhh, ahora quiero saber lo que le diría Castiel a Nath para que éste se quedara tan patitieso ._.
Yo creo que si por Castiel fuera, hubieran tenido a los patos de público xDDDD
Por cierto, lo que decís de los asientos incómodos... Hay en cines que tienen asientos VIP que son el doble de anchos que los normales... Yo sólo lo dejo caer xDDD
jajajajajajaja no tienes que esperar a saberlo xD
Seguro, los patos lo hubiesen flipado xD JAJAJAJAJAJAJA
Si, si... tú dejalo caer... *apuntando datos* ¬/////¬
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