domingo, 2 de septiembre de 2012

Capítulo 10 ~Empecemos de nuevo~

Bueno, dije dos caps.... y aquí viene dos caps!!!!! *-*

Atención chicas; este cap es subidito, lo que os mola vaya xD *___________* Arrrgggg *¬* he disfrutado tanto escribiéndolo O////////O En fin..... ¬///////¬

P.D.: Como en el foro está censurado, "~" este signo indicará el comienzo y el final de la censura ; D

Os dejo la Gran Cita *-*


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Me llevé cerca de una hora frente al armario, sin saber que ponerme. ¿Qué era lo más adecuado para salir a tomar algo? Una y otra vez me lamenté por no haber salido casi nunca; mi vida parecía ir de la sala de delegados a mi casa y ya está. Hoy iba a ser distinto. Había quedado con Castiel para... ¿una cita? Supongo.
Estaba bastante nervioso; ahora que lo habíamos arreglado decidimos hacer las cosas bien. Bueno, lo decidí yo: le dije que quería ir poco a poco. No obstante ,él, como es como es, me pidió que saliésemos por la tarde a tomar algo, y no es que me importase. De hecho, estaba muy feliz , pero no me parecía un miércoles un día muy adecuado para salir.


Anduve de un lado para otro, removiendo toda la ropa que tenía. No quería ir muy formal con él, porque sabía que no le gustaría. Al final me decidí por unos vaqueros claros, una camiseta gris con una chaqueta negra y de hilo fino por encima de mangas cortas y unas botas bajas.
Llegué a mirarme al espejo como cinco veces antes de salir, y después quise golpearme en la cabeza contra él por neurótico. Recuerdo salir de mi casa a toda velocidad con mi MALETA en el hombro, aunque en realidad llegaba bastante temprano.
Para mi sorpresa, cuando llegué a la parada donde habíamos quedado Castiel ya estaba allí. Llevaba una camisa negra de media manga que le sobresalía de los pantalones, también negros pero no de cuero, y unas botas más arregladas que las que solía llevar habitualmente.
No pude evitar reírme, él había pensado lo mismo que yo. Aunque claro, a él esa ropa le sentaba estupendamente. Deseaba verlo así vestido todos los días.

-Vaya, creo que es la primera vez que has sido puntual en tu vida – saludé mientras me acercaba.
-Por lo general soy puntual, todo depende del interés que tenga – se giró al escuchar mi voz y me dedicó una (irresistible) sonrisa. – Te sienta muy bien esa ropa y, por lo que veo, sigues conservando esos bolsos.
No sabía si alegrarme por saber que estaba interesado en nuestra…. Cita (joder que cursi queda) o lanzarle mi BANDOLERA a la cara.
Suspiré. En realidad lo que quería hacer distaba mucho de esas cosas pero, eso, prefería guardármelo. Al menos de momento.


Cogimos un autobús para ir al centro y anduvimos por varias calles sin rumbo fijo, simplemente paseábamos. Entrelazamos nuestros dedos, cogiéndonos de la mano todo el camino. Me dio igual la gente, sus miradas o sus gestos. En aquel momento no existían para mí, solo existía Castiel. Eso era más que suficiente.
Llegamos a un inmenso parque, enteramente verde; de esos que parecen una pradera con los perros jugando y las parejitas de picnic.

Intentando alejarnos un poco de la gente (como no), nos tumbamos en el césped cerca de una pequeña laguna. Fue muy divertido ver como uno de los patos de por allí se acercaba sigilosamente a nosotros. Me di cuenta desde el principio, pero no dije nada.
Después descubría el malévolo plan que escondía estas “monadas” de aves. Resulta que un dichoso patito empezó a “comerse” el pelo de Castiel. No me reí más en mi vida.
Se levantó de un salto cuando notó algo picándole la oreja y se giró, extrañado. Claro que, cuando vio al ser que lo había atacado, su cara fue mil veces mejor. Una mezcla extraña entre ira, vergüenza y extrañeza. Lo mejor fue verlo correr detrás de los patos, que en cuanto se levantó iniciaron su huida, para poder cogerlos. “Putas bolas de plumas, ¡Como os pille os convierto en una almohada!” repetía mi pelirrojo en su inútil intento de captura.
Cuando volvió se tumbó de nuevo en el suelo, pero ahora todo acalorado y maldiciendo a cada segundo.
Yo, por mi parte, aproveché para sacarle fotos. Él siempre se estaba riendo de mí por culpa de las fotografías que me hacía. Ahora, era mi turno. De camino también le saqué algunas cuando se tumbó de nuevo junto a mí.(Cualquiera lo hubiese hecho)

-¿Ahora te interesa la fotografía, Nath? ¿O es que vas a utilizar esas fotos para tocarte mientras las miras? – hijo de la gran… Lo que más me preocupaba no era lo que me decía, sino como. Aunque tratase de tomármelo a broma, para él estaba claro que no lo era.
Lo fulminé con la mirada. A saber lo que hacía este hombre con mis fotos…
-No, y NO. Las utilizaré para chantajearte. Cada vez que necesites que firmes un justificante te amenazaré con venderle las fotos a Peggy – dije retándolo a un duelo verbal. Ya estaba viendo las noticias del instituto “¿Rockero antisocial persiguiendo patos? Y luego, ¿qué? ¿A Hello Kitty?”
- Sabes que eso no te servirá, yo no soy tan estirado para preocuparme por gilipolleces. No como tú – respondió ganando el duelo. En serio, noté que se me clavaba una puñalada en el pecho. Me había dado un Jaque Mate en toda regla.
-Además, – continuó - ¿acaso no sabes un método más productivo y placentero?
De repente se lanzó sobre mí, aplastando mi cuerpo bajo el suyo, inmovilizándome casi por completo.
-Castiel, ¡joder! ¡Quítate de encima! – traté de forcejear para echarlo a un lado, pero nada. ¡Parecía que tenía encima una puta morsa!
Empezó a reírse de mí en mi propia cara, (vamos, porque la tenía a dos centímetros de la mía) y cuando caí rendido al suelo, cansado de seguir intentándolo, fue cuando se levantó un poco para dejarme respirar. Aún así, seguía teniéndolo sobre mí.
-¿Qué pasa, Nath? ¿Prefieres estar arriba? – sus ojos… sus llamativos y cautivadores ojos volvían a poner esa mirada pervertida que tanto me gustaba.

Se relamió el labio inferior, desviando su vista por mi cuerpo. Su sonrisa era como un hechizo que me hacía querer acercarme, juntar mi labios con los suyos, entrelazar nuestras lenguas para no separarlas nunca.
Sin darme cuenta lo estaba haciendo, había caído en su encanto. Él había ganado, como siempre, hacía que me derritiese ante él.
Nos besamos, tendidos en el césped, durante un buen rato. Hubo gente que pasó por detrás, chicas que se nos quedaron mirando pero, para nosotros, en nuestro pequeño universo eran inexistentes.
Separó sus labios de los míos y continuó por mi cuello. ¿Por qué sus labios eran tan irresistibles? Parecía que me absorbían la fuerza con su tacto. Continuó bajando, pero se detuvo en el cuello de la camiseta. Hoy no llevaba camisa así que no podría abrírmela.
Claro que lo solucionó rápido. Posó sus manos sobre mi cintura y comenzó a subirme la prenda al mismo tiempo que jugueteaba por torso con su boca.

-Castiel… Estamos en un parque, estate quieto, imbécil – mis palabras sonaban tan hipócritas; le decía que se detuviese cuando mi cuerpo ya estaba palpitando, ansioso.
Y al igual que todas las otras veces, se dio cuenta.

Me revolví, inquieto, tratando de ocultarme el rostro como podía, muy avergonzado. Rápidamente tuve que cubrirme la boca cuando el señorito “me gusta hacerlo en público” empezó a presionar mi entrepierna, provocándome y haciendo que se me escapasen un par de gemidos.
Me levanté inmediatamente para detenerlo, pero de nuevo utilizó su cuerpo para inmovilizarme. Todo el calor que desprendía su piel parecía que se estaba traspasando al mío. Cuando intenté quejarme, evadió mis palabras con un besó que me dejó sin aire. Después de todo, yo no era el único que estaba ansioso por juntar nuestros cuerpos.
Alojó su mano entre ambos y avanzó dificultosamente hasta llegar a mis pantalones. Casi me da algo cuando me desabrochó el botón. ¿Qué diantres estaba pensando este tío?
Impulsándome con el suelo, traté de alejarlo de mí por segunda vez. Él, por supuesto, parecía estar disfrutando la escena. Supongo que ni aunque estuviésemos juntos se cansará de hacerme rabiar. Afortunadamente, el tiempo no quiso estar de su parte.
De un segundo a otro, una lluvia torrencial se precipitó sobre nosotros, dejándonos completamente empapados.

Salimos corriendo del parque y nos pusimos a cubierto bajo un porche de un centro comercial que estaba cerca. Menudo día. Hacía tan solo dos segundos brillaba un sol de esos para irte a la playa.
Me apoyé en una pared, avergonzado. ¿Qué estaba haciendo? Había estado a punto de liarme con ese mosquito teñido en mitad de un parque y, lo mejor: ahora tenía el calentón encima. Bueno, los dos lo teníamos.
Me sentía tan frustrado, tan enfadado, tan… confuso.
Castiel. en cambio. estaba como una rosa. Parecía que la lluvia lo había refrescado. Se acababa de recoger el cabello en una coleta, detrás. Mi némesis. Adoraba verlo así, se veía tan elegante y sensual.
(Joder, ahora parecía una adolescente con las hormonas revolucionadas.)

No nos dijimos nada; yo ni siquiera levanté la vista del suelo. Ante aquel incómodo silencio, me tomó por la cintura, (bien, más calor corporal) y me dirigió un cine que había en el mismo edificio. Compró un par de entradas de la primera película que vio aceptable y me arrastró con él a la sala.
Ver se podría decir que vimos poco. Yo estuve todo el comienzo con la mirada en el suelo y él no parecía interesado en absoluto.

A los quince minutos aproximadamente, posó su mano sobre la mía y se acercó a mi oído. “Ven, sígueme” me susurró. Casi me da un mal, no me fiaba de él, la verdad, pero tampoco quería quedarme allí.
Nos metimos en los baños del cine: ahora que había iniciado la película no habría nadie.
Podía haberme resistido, haberme negado a ir con él. No lo hice. No quería.
Lo único que deseaba era sentirlo, con el riesgo que ello conllevaba.

~
Una vez dentro de esos pequeños cubículos que, en mi opinión, contaban con una intimidad casi nula; me lacé ansioso sobre su cuello y lo besé.
Castiel reaccionó rápido, agarrándome de las muñecas. Empujó mi cuerpo, empotrándolo con brusquedad contra la pared. Sus manos soltaron las mías para dirigirse entonces hasta mi cadera y sujetarla con fuerza. Adelantado la suya y la mía hizo que chocasen, aprisionando aún más nuestras evidentes erecciones.

Al mismo tiempo, sus labios me torturaban deliciosamente por el cuello, marcándolo a su antojo. Se deslizaban desde los míos hasta el comienzo de mi camiseta, donde se veían obligados a parar. Torpemente, desabroché los botones de su camisa y aventuré mis manos dentro para sentir el suave tacto de su piel. Sin darme cuenta, me estaba acercando más a él.
Se rió disimuladamente al ver como mi cuerpo respondía tan apasionadamente. De un tirón me sacó tanto la camiseta como la chaqueta dejando mi torso desnudo a su tacto.
Una de sus rodillas presionó con fiereza mi entrepierna, provocando así que todo mi cuerpo se estremeciese de impaciencia. A penas era consciente de lo que estaba haciendo. Parecía que mi cuerpo había tomado el control y actuaba por instinto. Mis caderas se movían solas , restregándose aún más contra la pierna de Castiel.
Podía sentir perfectamente como mi miembro palpitaba, humedecido y dolorido por la dura presión de los vaqueros. Con mis dedos tanteé con cierto nerviosismo el botón de mi pantalón; por un lado sabía que estaba dejándome llevar demasiado y, por otro, lo deseaba con todas mis fuerzas. Finalmente pude desabrochar el dichoso botón y bajar la bragueta para dejar un poco más de libertad a mi erección.

Suspiré aliviado al notar que disminuía la presión en mi entrepierna, pero pronto desaparecería y se volvería aún más ansiosa, deseando ser tocada.
Castiel volvió a sujetarme por la cintura, atrayéndome y dejándome casi encima suyo. Con sus dedos jugueteó con malicia sobre mi ropa interior, provocándome. Mi espalda se arqueó, haciendo que mi cabeza chocase contra la puerta.
Con mis ojos le rogaba que acabase ya, que me tocase y se dejase de juegos. Claro que, esos ojos, eran los que más amaba. Verme suplicante entre sus brazos parecía ser lo que más le excitaba en el planeta. Pero eso también lo podía usar yo en su contra.
Al igual que él, yo iba a provocarlo. Adelanté mi mano derecha hasta sus pantalones y comencé a desabrocharlos con decisión. Un gemido ronco se escapó de sus labios cuando presioné su dura erección.
Sus ojos parecían haber cambiado de color, un intenso brillo envolvía sus pupilas, haciendo que me perdiese en ellas. Se relamió el labio inferior y sonrió de nuevo con esa expresión suya llena de perversión.

Ahora su mano se introdujo en mi ropa interior, dejando mi erección libre, totalmente a su disposición. Sus dedos se deslizaban por mi miembro hábilmente, humedeciéndose y resbalando por mis ingles.
Incapaz de contenerme, dejé escapar algunos gemidos llenos de deseo. El placer recorría mi cuerpo como una ola de calor que me abrasaba poco a poco.
De repente, se escuchó una puerta abrirse en los baños. Alguien había entrado.
Me quedé paralizado unos instantes mientras mi rostro comenzaba a tornarse cada vez más pálido. Castiel, en cambio, ante mi actitud, decidió seguir jugando con mi cuerpo como quería.
Tuve que cubrirme la boca con las manos para no hacer ningún ruido extraño. Por su parte, el pelirrojo me sostuvo por la cintura dejándome, ahora sí, encima de él por completo. Aún así, siguió acariciando mi duro miembro.
Afortunadamente, fuese quien fuese el que entró, no le llevó mucho tiempo. En cuanto se fue me bajé de las caderas del otro y tomé mi venganza.

Seguí sus pasos una vez más y bajé su ropa interior lo suficiente como para liberar su ansiosa erección, aprisionada todavía por la dura de la tela.
Continuamos tocándonos un rato, acariciándonos mutuamente mientras nuestros labios intercambiaban besos furtivos. Nuestros gemidos se entrelazaban, al igual que nuestro pulso que parecían ir a la par, igual de frenéticos.
Justo antes de terminar Castiel volvió a empujar mi cuerpo contra la puerta, aprisionándome con él. Nuestros torsos quedaron pegajosos, acalorados, sudorosos…
El pelirrojo me besó con ímpetu, pero yo era incapaz de devolverle la energía. Al final acabé dejándome caer sobre él, dejándole mi cuello a la altura perfecta para seguir marcándolo como bien hizo.
~

Al salir del cine nos dirigimos a una pizzería que estaba por los alrededores. Creí que no sería capaz de mirarlo a la cara o que me moriría de vergüenza, pero tener a Castiel cerca se había vuelto algo muy normal y agradable. Estuve sonriéndole todo el camino, arrimándome a él para besarlo o mordisquearle el cuello de vez en cuando.
Al principio se sorprendió un poco, aunque rápidamente me comenzó a devolver todos los besos que le daba.

En la cena aprovechamos para hablar un poco. Yo le pregunté sobre la música; quería que me contase cómo era estar delante de un montón de gente que te está observando, cómo era dejar que la música gobernase tu cuerpo. Sentirla, oírla, sólo a ella.
Me quedé fascinado, escucharlo hablar de algo que realmente le apasionaba era irreemplazable. Sus ojos brillaban tan solo de recordarlo. “Es algo que debería sentir todo el mundo” decía. Además, me contó sobre la primera vez que escuchó a Lysandro. Decía que jamás se hubiese imaginado que aquel chico tan discreto pudiese cantar tan apasionadamente, y no lo decía solo por la letra.

-Y, ¿has pensado en dedicarte a la música? – Pregunté con la cabeza apoyada en unas de mis manos – ¿Castiel?
Cuando me fijé en sus ojos, me di cuenta de que estaba mirando a otro sitio; en concreto a una mesa cercana donde había dos chicas riéndose tímidamente mientras le miraban. Me quemó la sangre.
-Si tanto quieres mirarlas, ¿por qué no te acercas? Parece que también te están mirando – le eché en cara.
-No me están mirando a mí, sino a ti. Me están poniendo enfermo las putas esas. – me soltó de repente. Me dejó anonadado. ¿A mí? ¿Teniendo a Castiel enfrente? Eso era imposible. Volví a mirar a aquella dichosa mesa y pude comprobarlo. Efectivamente, me estaban mirando a mí. Juraría que una me guiñó un ojo… Qué escalofrío me dio.

Pero me importaban una mierda esas chicas. Me estaban arruinando el ambiente y no me daba la gana. Tenía que hacer algo, ya.
Me levanté un poco de la silla y llevé mis manos hasta Castiel, agarrando su rostro y lo acerqué al mío. No sé qué cara pusieron cuando nos besamos; ojalá la hubiese visto, debió ser épica, seguro.
Por fortuna, al pelirrojo le volvió el buen ánimo. De hecho, se sentó junto a mí y el resto de la cena estuvimos... ¿Acaramelados? ¿Empalagosos? Vamos, que no nos separamos ni un momento. Besándonos e intercambiando nuestras pizzas el resto de la comida.
Al salir decidió acompañarme a mi casa, al menos durante un tramo.
Estuvimos paseando durante un rato, bajo el amparo de las estrellas, sin demasiada prisa por regresar. Ya había oscurecido bastante y, seguramente, debería haber vuelto ya a mi casa. Aún así no aceleré.

-Hoy has estado más atrevido de lo normal, Nath – me dijo con una de esas lujuriosas sonrisas suyas -¿Acaso he despertado tu lado pervertido?
-¿Te molesta? – pregunté medio riéndome.
-En absoluto. De hecho, me pone – se mordió el labio inferior y comenzó a sonreír maliciosamente – Qué ganas tengo de verte gimiendo debajo de mí…
-¡Serás…! – mis cachetes debían parecer dos linternas rojas. Sí, me imaginé la escena y casi me da algo malo. Le aporreé con mi bandolera para que se callase, pero él seguía a lo suyo, imaginando cosas guarras, como seguramente hacía siempre.
-A mí no me des con ese bolso, a ver si me vas a pegar tú mal gusto – dijo entre risas.
Le di unas cuantas veces más con mi BANDOLERA hasta que acabé riéndome con él. Parecíamos dos niños de primaria discutiendo.


Finalmente (y por desgracia), llegamos a la calle donde estaba mi casa. Por supuesto, no nos acercamos a la puerta ni a la casa, así que tuvimos que despedirnos antes.
Rodeó sus brazos alrededor de mi cintura, dejándome pegado a su cuerpo.

-Si pudiera te encerraría en mi casa para que no salieses nunca – me susurró al oído – Después de todo, tú no quieres volver, ¿verdad?
-A veces no se trata de lo que uno quiere. – respondí con cierta tristeza.

Ambos sonreímos con nostalgia; nunca se trataba de lo que uno quería. Se abrazó aún más a mí y juntó su moflete al mío para calentarme el rostro. Estaba helado. Cubrió mis brazos con los suyos, haciéndome entrar en calor poco a poco. Aún así, me estaba muriendo de frío.
Se quedó un rato mirándome y riéndose disimuladamente de la cara de pollo congelado que se me tenía que haber quedado. Como era lógico, me puse a titiritar al poco tiempo.
Justo cuando pensé que ya no podía sentir nada en los labios, posó los suyos en los míos. Me los besó superficialmente hasta que al final se introdujo en mi boca, provocando que mi temperatura corporal subiese y dejase de temblar. Lo que me era imposible comprender, era que el siempre estuviese tan cálido. Como tener una estufa al lado; pues igual.

Se separó de mí lentamente, sin estar seguro de hacerlo realmente. Y cuando pensé que se iba a ir, se acercó otra vez. Aunque esta vez para algo muy distinto...
Aproximó sus labios a mi oído y me susurró algo que me dejó petrificado. Él acabó marchándose mientras yo me quedé allí, incapaz de moverme, paralizado por sus palabras.

Ese… ¿Ese era Castiel?


5 comentarios:

Unknown dijo...

asdfgasdfghasdfgh *¬*
¡Pero qué monos!
Yo pensaba que Castiel, al que por lo visto le mola tener público, iba a empezar a meterle mano en el cine... Pero me ha gustado más tu idea *¬*
Y las chicas del restaurante... Vale, es verdad que los dos están de toma pan y moja, ¡pero ya os vale, mira que quedarse mirando! Aunque voy a perdonarles la vida porque me ha encantado verles celositos...
Bueno, eso, ¡me ha encantado el capítulo! :D

Esther dijo...

Esta es una buena forma de comenzar de nuevo. ¡Una cita! Aaaaw que monos, ¡Castiel perver se merece un premio! O un pin, o una chapa o algo... ¡En medio del parque! Ay Dios... ¡A quien se le ocurre! Suerte que no pasó por ahí una parejita de viejos, si no les da un patatús. Ay, ay, ay, Nath, que tu vena perver empieza a salir a la luz jujujuju e////e I LIKE IT ^^

Unknown dijo...

jajajajajaja Es que Owen Castiel en público no puede llegar tan lejos ¬////¬ bah, es que los asientos del cina son incómodos no era otra cosa xD
Si te soy sincera... yo tambien los hubiese mirado... pero para algo distinto *¬* jojojojo

Gracias Awen >o< bueno, le daremos una chapita a Castiel de perver del año xD jajajajaja jojojo Yo ya lo advertí Nath.... es un pervertido ¬//////¬

Gemma de la Casa Lannister dijo...

Con cierto retraso, pero llego xD
Uuuhh, ahora quiero saber lo que le diría Castiel a Nath para que éste se quedara tan patitieso ._.
Yo creo que si por Castiel fuera, hubieran tenido a los patos de público xDDDD
Por cierto, lo que decís de los asientos incómodos... Hay en cines que tienen asientos VIP que son el doble de anchos que los normales... Yo sólo lo dejo caer xDDD

Unknown dijo...

jajajajajajaja no tienes que esperar a saberlo xD
Seguro, los patos lo hubiesen flipado xD JAJAJAJAJAJAJA
Si, si... tú dejalo caer... *apuntando datos* ¬/////¬

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